Pablo Infante, historia de Miranda

Algunas veces la vida te coloca en escenarios inesperados. Contextos que nunca hubieras imaginado. Y es ahí donde el protagonista debe demostrar hasta donde es capaz de llegar. Algunos se quedan cortos, otros lo intentan sin éxito, y unos pocos aprovechan esos momentos. Pablo Infante y la población de Miranda de Ebro caminaron juntos en una de esas oportunidades. Un futbolista a tiempo parcial que envolvió a la ciudad en un cuento de hadas inimaginable y que perdurará para siempre en las retinas de los aficionados rojillos.
Banquero de día, pichichi de noche
Han pasado los años y las condiciones han mejorado, pero la Segunda División B sigue sin ser garantía de vida. Corría el año 2011 cuando nuestro protagonista cumplía su séptima temporada en el Mirandés, al que ya había ayudado a ascender desde la Tercera División. A sus 31 años, Pablo Infante compaginaba el fútbol en la categoría de bronce con su trabajo de director en una sucursal bancaria de Quincoces de Yuso, una población cercana a Miranda de Ebro. Ni de lejos parecía el panorama ideal, pero nada más lejos de la realidad.
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La temporada en liga estaba siendo más que notable, con el equipo consolidado en la parte alta de la clasificación, pero la Copa del Rey hizo que todo alcanzara otra dimensión. Lo que empezó como la típica aventura copera de un equipo pequeño acabó poniendo en jaque a algunos de los grandes del fútbol español. Villarreal, Racing y Espanyol tuvieron que hincar la rodilla y solo el Athletic apartó al equipo jabato de seguir alargando su histórica andadura.
Infante era el capitán de aquel equipo y se erigió en el comandante de Anduva. Él asumió ese rol dentro del campo mientras Carlos Pouso hacía lo propio desde el banquillo. En una plantilla donde solo un jugador, César Caneda, contaba con experiencia en el fútbol profesional, todos remaban en la misma dirección y demostraban la misma ilusión sobre el césped. Curiosamente el central marcó el gol más recordado en la eliminatoria de cuartos de final, pero si se había llegado hasta ahí era en gran medida gracias a los tantos del extremo burgalés. Ese mismo año el Real Zaragoza le ofreció dar el salto a la máxima categoría, pero por fidelidad a sus colores Pablo dijo no.
Paso por El Bierzo
Tras lograr el ascenso y debutar en Segunda División con el Mirandés, el cuadro jabato descendió de nuevo a los infiernos cinco temporadas después. Con 34 años, Pablo Infante escogió el camino más complicado marchándose a la Ponferradina para seguir así en la categoría de plata. La despedida entre lágrimas de Miranda fue lo más difícil.

Pablo Infante, amor a unos colores | Imagen: Libertad Digital
Nada volvió a ser igual. Las ganas y el carisma seguían muy presentes en El Bierzo, pero la suerte no estuvo siempre de su lado, especialmente en el apartado de lesiones. Un primer curso notable, con el equipo rozando los puestos de ascenso, dio paso a un segundo año donde la llama se fue apagando poco a poco hasta su retiro definitivo a final de temporada.
Pablo Infante, vuelta a las andadas
No fue un regreso a los terrenos de juego, sino al trabajo diario. Y es que Pablo Infante cambió el sector bancario por el administrativo. Se enfrentó a unas oposiciones y actualmente trabaja en el Ayuntamiento de Burgos. Alejado de nuevo de los campos de fútbol, esos que le dieron tanto pero que ahora asegura no echar en falta. Su única pasión sigue siendo Anduva y el Mirandés.
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