El Código Menéndez

La temporada del Albacete Balompié va camino de ofrecer contenido suficiente como para dedicarle una novela. Una que contenga disparidad de géneros, aunque al menos el desenlace se va alejando paulatinamente del terror. Por momentos esa parecía la única culminación posible, especialmente cuando se avistaba el final de la primera vuelta. Ahí, en clave literaria, el Alba apuntaba a drama absoluto. Colista, sin resultados y sin alma. Entonces llegó Alejandro Menéndez y aplicó un código de efecto inmediato. Los manchegos respiran siguiendo cada punto del guión del técnico asturiano.
Difícil solución se podía prever, futbolísticamente, en la tierra de Don Quijote. El equipo no hacía honor al hidalgo caballero, que aunque lunático se caracterizaba a menudo por la valentía y también, paradójicamente, la sensatez. Ni con Lucas Alcaraz ni tampoco con López Garai el equipo pudo siquiera acercarse a la denominación de “Queso mecánico”. Lejos de ello, se le podría definir como gripado. No carburaba, en eso podría considerarse que la crítica ha sido unánime.
Un código que parte del rigor
Alejandro Menéndez ha cambiado por completo la identidad del equipo. Es más, se podría decir que se la otorgó, ya que hasta su llegada carecía de ella. Un buen punto de partida, ya que sólo conociendo el método para crecer se puede alcanzar la progresión. No se encontraba el Albacete en un momento para florituras, ni tan siquiera para alegrías. Era momento de agruparse, unirse y cerrar filas. Y ese concepto es el que ha trasladado el técnico al vestuario como seña de identidad.
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Con el estilo definido y las ideas claras, el primer objetivo podía considerarse el de armar el bloque desde la confianza de los resultados. El estreno fue caótico: derrota estrepitosa ante el Castellón, rival directo por escapar de la quema. Era pronto, aunque el golpe se convertía en amenaza para que la nueva hoja de ruta adquiriese fiabilidad. El Alba se levantó, encadenó resultados y, con ello, se alcanzaron la confianza y la fe. Los jugadores creen en la idea, algo fundamental para competir en una liga tan traicionera como La Liga SmartBank. Recogiditos, bien ordenados y solidarios, los futbolistas del Albacete ahora sí son un equipo. Palabra y concepto fundamental en la categoría de plata.
La mutación hacia el gen ganador

Alejandro Menéndez dando instrucciones en Santo Domingo | La Liga
Otro de los grandes objetivos que pareció marcarse el técnico de Gijón fue el de encontrar un once tipo, hombres de confianza para acometer la batalla. Esa alineación susceptible de recitarse de memoria, algo que conduce además a la adquisición de automatismos. Once guerreros que se conozcan, confíen ciegamente en sus compañeros y sean capaces de prever lo que cada uno puede realizar sobre el verde. Segundo objetivo cumplido y, con él, el tercero y quizá más importante estaba en el horizonte.
Crónica de la Jornada 23
Fortaleza mental. Un intangible tan imprescindible o más que los tangibles, que los anteriores logros. Ser capaz de confiar en tus posibilidades, saber que si te derrumbas tendrás detrás un compañero que evitará la caída. Creer, tener fe, saberse ganador. Probablemente el mayor de los méritos de este nuevo Albacete es el de haber sido capaz de virar su mentalidad. Pasar de ser y creerse perdedores a ser y saberse ganadores. El culmen del “Código Menéndez”, que va camino de convertirse en “bestseller”. Y es que este Albacete Balompié sí es ese equipo del que su afición no debe ni puede avergonzarse, sino sentir orgullo de él y con él. Competitivo. Con alma.
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