Alcorcón, error tras error

Dicen que de los errores se aprende, pero últimamente en Santo Domingo el famoso refrán se está viendo transformado en eso, en meras palabras. Ni si quiera con su mesías al frente del barco los alfareros están siendo de capaces de revertir una situación que comienza a ser alarmante, porque el problema no está solo en perder, si no en la forma en la que se pierde.
Tirando de frases manidas podemos recurrir a eso de que “el tiempo es oro”, pero es que en la categoría de plata ese famoso enunciado se convierte en un pilar fundamental de todos aquellos que sueñan con mantenerse dentro de la rueda. Cada jornada es una oportunidad de oro, y el Alcorcón ha tirado demasiadas ocasiones a la basura, desde el inicio del 2021 no conocen la victoria. Los puntos que van quedando regados por el camino pesarán aún más cuando llegue el tramo final de la competición, pero lo que más duele en el futuro próximo son los males sabores de boca que dejan actuaciones bochornosas sobre el terreno de juego.
Anquela, espejismos de mejora
Sin duda, la llegada de Anquelotti como técnico alfarero fue un movimiento maestro. Un golpe de épica ante una de las situaciones más desesperadas por las que ha pasado el club desde que milita en Segunda división. El hijo pródigo volvía a casa y lo hacía para sacar de la UCI a aquel equipo que se lo dió absolutamente todo. Juan Antonio Anquela es un gran entrenador lleno de experiencia, pasión y un carácter desbordante capaz de contagiárselo a cualquiera que trabaje codo con codo con él. Un día le bastó para acomodarse en las que es su casa, y dejar claro a todos los integrantes de la plantilla que la lucha con él es algo que no se negocia, y aunque algunos captaron el mensaje a la primera, también parece que lo han olvidado en cuestión de semanas.
Uno nunca olvida los lugares donde fue feliz, y esa ilusión del regreso inundó todo. El equipo parecía entenderse mejor, el juego del Alcorcón había dado un salto de calidad y los números acompañaban a los esfuerzos realizados. Poco más se podía pedir, los alfareros que iban despertando del letargo y se atrevían a sumar incluso de tres en tres de forma consecutiva. Como si el patito feo se hubiese vuelto el cisne más bonito del lago y de una patada hubiese derribado todos los complejos, los madrileños no se achicaban ni ante los más grandes. Si llegaban empates o derrotas nadie podía cuestionar una actitud desafiante ante el rival durante los 90 minutos.
Sin embargo, cuando la base no es sólida los cimientos siempre se tambalean. Quizá por ello Anquelotti no pudo contener las lágrimas la pasada jornada en el Toralín, por la rabia de saber que ni el amor más grande, ni el trabajo más duro pueden solucionar una planificación deportiva improvisada, ni las actitudes dejadas de los que cometen groseros errores sobre el terreno de juego. La derrota ante la Ponferradina no solo supuso el descenso a la última plaza de la categoría, también fue un bofetón de realidad que frenó en seco esperanzas e ilusiones de aquellos que sí están dispuestos a honrar el famoso lema de “hasta el último minuto”, los aficionados.
Gol inexistente, defensa escandalosa
Con un total de 13 dianas en 24 jornadas el primer síntoma de un equipo moribundo parece claro: el gol. Pero esta historia para el Alcorcón ya es una fábula más que conocida, un cuento de mal gusto que se repite año tras año y al que nadie parece querer poner fin. Ante esta historia interminable campaña tras campaña los alfareros han sabido subsanar esa sensación de orfandad en el ataque y lo han suplido con esfuerzos extras en otros ámbitos del juego que les han permitido ir pasando con más o menos holgura. El tema de los delanteros se vive casi con resignación y por ello a pocos les sorprende que no traigan un killer al equipo. Pero de ahí a desmantelar el ataque con cesiones inexplicables y fichajes precarios hay un trecho que es muy difícil de explicar sin que se haga un nudo en la garganta.

José Carlos, estandarte de sufrimiento defensivo | AD Alcorcón
La imagen de Dani Jiménez bajo palos con la mirada perdida en el horizonte es un plano recurso que se repite en más de una casa cada vez que el Alcorcón pone a rodar el balón. Porque este año los males y fantasmas del pasado no se limitan al ataque, también han hecho mella en la defensa. El que se supone que debería ser un auténtico muro se ha convertido en un coladero por el que se han perdido puntos sin compasión mediante huecos regalados al rival y faltas dignas de las categorías más inexpertas. Los errores duelen pero las actitudes matan, y es que algunos afrontan este bache con una apatía que hace presagiar que este escenario tenebroso va a ser muy difícil de modificar.
Nuevos vientos con esperanza de mejora
Los fichajes del mercado de invierno no han sido muy boyantes. El canario Dani Ojeda y el delantero Xisco Jiménez son las dos novedades con más experiencia en la categoría. El primero destaca por su versatilidad, y las esperanzas están puestas en que siga una línea regular que le permita mostrar su mejor versión. Pero poco compromiso se le puede pedir a un jugador que aterriza en Santo Domingo como un mero trámite para acabar militando en las filas de Las Palmas. La misión de Xisco es mucho más concreta, ser la guía de un ataque donde prima la inexperiencia de la juventud y aportar goles.
Si hablamos de Embalo y Nwakali la situación es muy diferente. El primero no tiene ningún tipo de experiencia en el fútbol español, procedente del KAS Eupen con 24 encuentros disputados y un solo gol anotado. El segundo a penas ha tenido minutos – en total 139- con el Huesca, por lo que el cuerpo técnico deberá ponerse el mono de trabajo para hacer una puesta a punto espress.
Ante esta situación, con 20 puntos en el casillero y ocupando el último puesto de la clasificación las jornadas que tienen por delante los alfareros son auténticas finales a vida o muerte donde el único resultado aceptable es la victoria.
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