Logroñés, caída libre

El paso previo a la caída es el miedo. Y ese se intuye en la distancia alrededor de la UD Logroñés. El regreso del fútbol profesional a La Rioja fue festejado por todo lo alto, con la nostalgia que provocaba aquel mítico “¡Gol en Las Gaunas!”. Sin ser el mismo club, la simpatía que despertaba y despierta el conjunto riojano es innegable. Emplazamiento inolvidable por aquella primera gran chilena de Hugo Sánchez, un estadio evoca aroma a fútbol por sí mismo. Ahora, tras aquel éxtasis inicial, el castillo de naipes parece desmoronarse. Aún hay vida, pero todo se tambalea.
Sergio Rodríguez es la cara visible a ras de césped de ese nuevo proyecto que lleva la ilusión a una región. El técnico, uno de los grandes artífices de la proeza del ascenso, goza de un crédito prácticamente ilimitado. Y es que si bien el comienzo de temporada fue positivo para la UD Logroñés, de un tiempo a esta parte el equipo se desploma. Todo el crédito y el margen que había adquirido con la buena dinámica inicial ha desaparecido y ya prácticamente no existe colchón. Sin red, así afrontarán los rojiblancos el último tramo del campeonato.
Logroñés, la racha perfecta
Y es que el equipo riojano llegó a encadenar hasta seis victorias de forma consecutiva. Real Oviedo, Alcorcón, Cartagena, Sabadell, Tenerife y Albacete fueron cayendo como moscas en sus enfrentamientos ante el conjunto dirigido por Sergio. Con nueve goles a favor y sólo dos en contra y encadenando además cinco de esas seis jornadas sin encajar, el Logroñés parecía dominar los registros principales para sobrevivir en la categoría de plata. El esfuerzo como bandera, la riqueza táctica interiorizada e Iñaki Sáenz como líder espiritual y futbolístico hacia la ansiada meta de la salvación.
Sin embargo, a tal demostración de competitividad le sucedió otra prácticamente idéntica en sentido opuesto. Cinco derrotas consecutivas tiraron por tierra el trabajo y los resultados obtenidos en el mes anterior. Mallorca, Ponferradina, Rayo Vallecano, Girona y Espanyol devolvieron a la tierra al conjunto riojano. Si bien es cierto que en dicha crisis aparecían equipos llamados a cotas mayores, no lo es menos que moralmente el golpe fue duro de superar. Además, cayó el capitán, un Iñaki Sáenz al que una lesión detuvo y alejó de los terrenos de juego y del equipo en el momento en que más necesitaban de su capitán.
La victoria se resiste en el segundo tercio de campeonato
Así, el Logroñés no ha levantado cabeza desde entonces. Una victoria ante el Mirandés supone un oasis en un desierto por el que ha transitado las últimas 16 jornadas ligueras. Tan sólo 8 puntos de los últimos 48 en liza llevan al equipo a coquetear con el indeseado descenso. Aún fuera de la quema, aunque con la peor dinámica de la categoría de lejos, urge una reacción que logre reavivar el ánimo de un equipo sumido en una profunda depresión de juego y resultados.
¿Y Sergio Rodríguez? De momento, su límite tiende al infinito y la confianza en él de la Directiva es ciega. Sin embargo, es de suponer que todo pueda disponer de un término. El Espanyol es el próximo rival, pero después llega una serie de encuentros en los que se va a exigir volver a puntuar de tres en tres para mantenerse fuera de la quema y, sobre todo, volver a tener fe en sí mismo. Para dejar a un lado el temor, el pánico, el terror que ha de suponer volver a perder la plaza en un fútbol profesional que añoraba y que les añoraba. Porque a veces, los sueños, terminan en pesadilla, sí. Pero el Logroñés aspira a que el trance por el que atraviesa sólo le sitúe como un sonámbulo capaz de recobrar un camino que ya comenzó con buen pie a inicio de temporada. Ese que lleva a la salvación.
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