Albacete, del cielo al infierno

Parece que fue ayer. Pero no. Han pasado ya dos temporadas desde que Albacete vibraba con su equipo, soñando con el regreso a la élite del fútbol español. Emocionando a su hinchada, combatiendo contra colosos por un lugar en la cima. Contagiando de orgullo cada rincón del Belmonte, cada resquicio de la ciudad. Hoy, ese mismo club que elevó a toda su gente hacia el cielo permitiendo que tocasen las nubes, la ha conducido al más profundo dolor. El Alba se ha hundido, irremisiblemente, hasta tal punto que ya no es reconocible. Lo que fue orgullo ahora es desazón.
Y es que de la gloria al fracaso sólo hay un paso. O dos, en ocasiones son dos. Tantos como temporadas han separado al Albacete de opositar a la élite a descender a los infiernos inhóspitos del fútbol no profesional.
Anhelos de un Queso Mecánico 2.0 casi imparable
Y es que aquel equipo dirigido por Luis Miguel Ramis fue, por momentos, un auténtico espectáculo. Especialmente el tramo inicial fue un ciclón. La salida en el mercado invernal de Olivera o Jon Erice hicieron más daño del que se hubiera podido prever, aunque la temporada fue, en general, emocionante. Los Tomeu, Tejero, Arroyo, Gentiletti, Eugeni, Febas, Susaeta, Bela o Zozulia dejaron una huella casi imborrable que, por caprichos del destino, se deshizo en el último momento.
Aquel grupo se fue desmantelando, las dificultades económicas aflorando y la carroza volvió a su aspecto habitual de calabaza con el paso inexorable del tiempo. Como el cuento de la Cenicienta, pero sin final feliz, sino todo lo contrario. En sólo dos temporadas se ha pasado de soñar despierto a vivir una pesadilla horrible y continuada que corría peligro de convertirse en realidad. Y lo hizo. Se consumó el horror.
Una serie de catastróficas desdichas
Gestionar las emociones tras un intento fallido no es tarea sencilla. Terminar sufriendo delirios, un riesgo palpable. El Alba pareció cometer la torpeza, o el error, de olvidar su identidad, sus orígenes. Se quiso instalar en una realidad distante de la que definía su entidad y se creyó en el deber de obligarse por encima de sus posibilidades. Nada más importante que conocerse a uno mismo para no perder la perspectiva.
Decisión tras decisión, paso tras paso, el camino se fue desandando. Y con ello, las ilusiones desvaneciendo. Pareció perderse el norte y es que cuando se entra en una dinámica tan negativa una espiral engulle. Bloquea, paraliza. Y eso ha ocurrido con un Albacete que ha vivido una temporada para olvidar que ha culminado en desastre. Con muchos déficits y escasos aspectos salvarles, las alas del murciélago manchego se han afligido,han decaído.
Para una afición sumida en la depresión por un descenso siempre doloroso el alivio no encuentra lugar. Sin embargo, el que ha lanzado su club contiene mucho de verdad: el Alba volverá, siempre lo ha hecho. Toca reflexionar, actuar y reestructurar para trazar el camino de regreso. Aquí estaremos esperando.
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