Manu García, talento de superior categoría

La temporada de Manu García en el Real Sporting se podría catalogar como decepcionante. Gris, apagada, por debajo de lo esperado a tenor de una capacidad sobradamente demostrada. Y, desgraciadamente, es una experiencia repetida. Porque el asturiano volvió para ser profeta en su tierra desde un paraíso llamado Manchester City pero, sin embargo, nunca ha terminado de ofrecer continuidad a su juego vestido de sportinguista. La irregularidad y la ausencia de constancia son variables inseparables del futbolista referidas a su retorno a Gijón.
Cuesta imaginar a un Sporting sin opciones de ascenso con Manu García al máximo de sus posibilidades. Desplegando sus exquisitas virtudes futbolísticas sobre el templo asturiano y también lejos de él. Nuestras pupilas han percibido destellos de su esencia, una fragancia que jamás se ha manifestado en su máximo exponente, mostrando solo una muestra sin alcanzar jamás el frasco de las esencias.
Manu García, un profeta apagado
Venía el joven guaje portando la vitola de Mesías. La de la figura icónica del joven aspirante convertido en líder de un idealizado concepto de fútbol que, además, fuese el conducto hacia el anhelado regreso. Con Manu y 10 más la Mareona ansiaba alcanzar el lugar que por historia y sentimiento corresponde al club de Mareo. Regresar a La Liga Santander, la máxima categoría del fútbol español.
Ambicioso, apasionado y romántico se vistió de superhéroe para alimentar el ansia de su hinchada por dejarse llevar hacia un sueño inalcanzable que con él se podía rozar. Volvía el hijo pródigo. La esperanza representada en su figura. Y una mochila cargada de responsabilidad en un escenario exigente como pocos.
Destellos sin continuidad
En La Liga SmartBank, Manu García ha mostrado su calidad, su clase, su capacidad imaginativa y asociativa. Movilidad, electricidad, nervio, coraje y tesón. Todas sus infinitas cualidades y capacidades se han visto representadas en el mejor escenario posible, sobre el césped. Y, sin embargo, ha quedado el poso de la ausencia casi absoluta de constancia. La sensación de que el escenario no era el ideal, que el hábitat le incomodaba y las dificultades le superaban.
El fútbol reside en su interior, pero no ha terminado de emanar en una categoría a la que dominas o te devora. Y a Manu le ha arrebatado a mordiscos fragmentos de su fútbol para impedir su explosión definitiva. Una espinita clavada en su alma y en la de un sportinguismo fiel al talento que le ha perdonado todo como a aquel que no se guarda nada.
Explosión de talento por despegar
Y es que en contextos exigentes en los que escasean los espacios y predomina lo físico, el fútbol preciosista de salón que representa Manu sufre. Padece, con el talento enjaulado y las luces apagadas. Preso e incómodo, no ha terminado de mostrarse de manera natural y desarrollar toda su capacidad futbolística.
Sin embargo, el talento está ahí, es innato. Lo hemos visto en el Europeo sub-21 y lo volvimos a disfrutar en el partido que tuvieron que afrontar los más jóvenes ante Lituania. En ese fútbol en el que aparecen más espacios y las presiones se suavizan en lo físico, brotan todas las virtudes del asturiano. Dirigiendo, rompiendo líneas, asociándose… En definitiva, mostrándose diferencial en la construcción del juego y dando sentido a las operaciones del equipo. Es Manu García, y por desgracia, su tiempo en Segunda se agota sin que haya podido dejar su huella para la eternidad en este fútbol más cercano al barro que a la excelencia. Esa que él posee y que ha permanecido escondida, encerrada en una prisión de plata.
** Diseño de portada: Carsan Designs
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