Rayo y Girona, Euforia y Drama

Las dos caras de la moneda. La euforia y el drama; el éxtasis y la tragedia. Rayo y Girona. Una final de play-off supone una explosión de sensaciones, de sentimientos que trascienden más allá de lo meramente futbolístico. Cada temporada la historia se repite y aún así sorprende a propios y extraños. Inimaginable, imprevisible. Y pese a la evidencia de todo ello, se sigue cayendo en el error de esperar que la lógica impere entre la locura. En un mundo totalmente ilógico. Es fútbol y es poesía. Es La Liga SmartBank.
Sorpresas continuas. Se abre boca con una exhibición rayista de 40 minutos en la que pudieron poner tierra de por medio, pero la tormenta de los de Iraola se salda con un único gol. Uno que su rival, el Girona de Francisco, neutraliza en 3 minutos en los que ya puede dar la vuelta al marcador. Pese al árbitro, tras la reanudación culmina la remontada. Y, sin pasar apuros, en el tramo final se libra del empate por sólo unos centímetros. Los que está adelantado Leo Ulloa, que había dejado a José Ángel Pozo ante el gol. Lo materializó pero no subió, como no subió el de Nahuel Bustos antes del descanso por una polémica mano. Todos los ingredientes se dan cita en el primer envite de la final, pero aún queda el segundo y definitivo. El más rocambolesco. El de la emoción desatada.
El drama vuelve a visitar Montilivi
“El fútbol es ese deporte en el que juegan 11 contra 11 y el Girona siempre falla en los playoff de ascenso”. Una frase tomada prestada de Iván Quirós pero que muestra fielmente el sentir del aficionado gironí. Siempre igual. Pocas cosas se pueden escribir que no se hayan expresado ya. Cinco play-off de ascenso disputados por un club que parece enfrascado en una maldición sin antídoto. Si la pasada temporada el ascenso se escapaba con un gol en el descuento de Pere Milla en Montilivi, esta vez se ha esfumado con una remontada épica del Rayo Vallecano también profanando territorio catalán. El 1-2 cosechado en la ida a domicilio quedó en nada ya en la primera mitad, en la que los de Iraola ya habían dado la vuelta a la eliminatoria. Un mazazo terrible que despertaba fantasmas, viejos temores que revivían pesadillas capaces de paralizar almas.

Foto: Diari de Girona
Paralizados quedaban los futbolistas dirigidos por Francisco, que lo intentaron de todas las maneras posibles, guiados especialmente por un Samu Sáiz iluminado desde su ingreso en el césped o por un Monchu empeñado en derribar el muro con su potente disparo. Ni con un jugador más lograron desactivar el conjuro; ni tan siquiera la Diosa fortuna quiso aparecer cuando el balón golpeó en la mano de Esteban Saveljich en el área. No existe poción ni brevaje capaz de liberar al club de su castigo eterno cuando las eliminatorias por el ascenso aparecen. De nada sirvió llegar al momento culmen en plenitud, pareciendo invencibles; siendo fiables, reconocibles, poderosos. Justo en la última batalla, los fantasmas regresaron para llevarse el alma del Girona FC. El destino volvió a ser cruel. El drama fue el género del largometraje una vez más, de forma inevitable.
La euforia envuelve a la gesta del Rayo
Y es que un Rayo cayó sobre Montilivi para sembrar desolación en el césped local. Un Rayo Vallecano dirigido con maestría por Andoni Iraola, que supo leer el encuentro, la eliminatoria y vencer la batalla táctica en el último combate. Si a todo ello, se añaden los condimentos habituales de las grandes remontadas, la tormenta perfecta queda definida. Álvaro García, figura representativa inequívocamente de un equipo eléctrico apareció ya en el minuto 7 para descargar la furia rayista. Bien plantados, seguros, convencidos, derrochando energía, los rayistas aguantaron la fase de indefinición del encuentro para volver a desatar el estruendo al borde del descanso. Óscar Trejo al espacio, Álvaro García explotando la velocidad y el capitán argentino alojando el fenómeno atmosférico protagonista en la red, en la jaula.

Foto: Eurosport
Una primera mitad para enmarcar dejó paso a un segundo acto también habitual en estas experiencias extraordinarias. Expulsión y prueba de resistencia, fortaleza, firmeza, solidez y aguante. En inferioridad el Rayo Vallecano también supo competir para completar una fase de batallas finales impoluta. Los madrileños fueron el mejor equipo de un momento de la temporada en la que se requiere dominar todos los registros, algo que los vallecanos hicieron. Reinaron en el sosiego, en la calma, en el dominio, en el contraataque y también en la resistencia. Y como merecido premio, el ascenso a la élite. El octavo, porque el Rayo Vallecano es el rey de esos indescriptibles momentos de ascenso de categoría. Tras el derroche, tan sólo queda esperar la euforia. El júbilo, el éxtasis. Disfruta, Rayo Vallecano. Felicidades y hasta siempre.
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