Éibar, memoria perdida

El aprendizaje. La adquisición de conocimiento por medio de la experiencia, de las vivencias. A la SD Éibar le sobran vivencias, tantas como años encadenó en la Segunda División del fútbol español antes de emprender el camino que dirigía hacia las cumbres. Han sido siete temporadas en la élite, en las que el modesto club vasco ha sabido adaptarse sin perder su esencia, conservando esa manera cuidadosa de adaptarse a su entorno y a su hábitat. Nutriéndose de activos valiosos y prometedores de categorías inferiores y convirtiéndose en un destino apetecible para futbolistas talentosos en búsqueda de crecimiento personal y profesional. Esa travesía ha durado siete temporadas y ahora acabó. Toca resetear y comprobar en qué medida la memoria reciente del club, del equipo, continúa intacta.
Y es que hubo un tiempo, no muy lejano, en el que la SD Éibar competía en Segunda División con una naturalidad pasmosa. En esa época no es que la competición fuese su hogar, es que los armeros guardaban la llave. 18 temporadas consecutivas compitiendo en plata hasta que en 2006 perdiese la categoría. Ahora, tras el ascenso de 2014 a Primera División, el objetivo es inequívoco: regresar cuanto antes para que el sueño no se esfume.
Una realidad verdaderamente soñadora
La idiosincrasia del club vasco no le sitúa entre aquellos que deban estar obligados a competir en la élite. Quizá ni tan siquiera en el fútbol profesional, por las peculiaridades de la población, de la capacidad del estadio, de los recursos innatos que puedan emanar de su naturaleza. Por fortuna, no todo es lo que parece y el trabajo bien hecho ejerce un peso sumamente importante a la hora de cubrir mínimos e ir creciendo en la consecución de objetivos. El Éibar es ejemplo y modelo para todo aquel club modesto que pretenda ser ambicioso y aspire a crecer y escalar montañas empinadas aunque abordables. Así, los armeros han terminado armando un proyecto sostenible que ha hecho soñar a su afición, envuelta en un cuento de hadas del que no se quiere destapar.
Los sueños, sueños son, aunque alargar su mágica sombra ya no es quimérico sino real. El Éibar ha descendido, sí, pero esta temporada goza de la mejor oportunidad para lograr engancharse a ese sueño del que no quiere despertar. La ayuda al descenso y la infraestructura conseguida en los últimos años ofrecen la esperanza efectiva de aprovechar ese trampolín económico para regresar al cuento de nunca jamás.
Una apuesta decidida por el ascenso
Y la estrategia trazada por la dirección deportiva y las altas esferas del club invitaba al optimismo. Una plantilla renovada, por convencimiento y necesidad, apostando por la incorporación de futbolistas de rendimiento demostrado en las últimas temporadas, especialmente en la 20-21. Una fórmula llamada al éxito, atractiva, prometedora. El principal inconveniente es que aquí, en Segunda División, no todo es lo que parece. Y en eso el Éibar debería estar empapado por experiencia propia. La plantilla del conjunto dirigido por Garitano es envidiable. Futbolistas de nombre y calidad demostrada, de rendimiento en la categoría. De calidad, futbolística y humana. Una mezcla a priori perfecta que puede cuajar… o no.

Imagen: La Liga
Este inicio de temporada nos muestra a un Éibar en proceso de adaptación, adecuándose a un nuevo hábitat, tratando de encajar piezas en su puzle para que su obra se convierta en maestra, aunque en ese proceso encontrará momentos de duda, crisis existenciales. Apostar firmemente por la línea trazada de inicio o realizar bruscos giros en busca del rendimiento inmediato. No será un camino sencillo porque nunca lo es. Para ningún club, independientemente de su grandeza o de sus capacidades. Y eso debería estar en la memoria de un club que conoce mejor que muchos de qué va esto. Salvo que haya perdido la memoria. Sólo entonces el Éibar tendría un problema, pero aún es pronto para sacar conclusiones globales. Aún no es el momento, porque el momento no siempre es ahora.
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