El renacer de Eguaras
Cuando Íñigo Eguaras está bien, el Real Zaragoza también. Pero eso no es noticia, es una obviedad. El navarro, desde que llegó en verano de 2017 de la mano de Lalo Arantegui, se ha convertido en la seña de identidad del equipo aragonés.
Da igual qué equipo tenga enfrente, el escenario o la idea de su técnico. Eguaras nunca se esconde. Podrá rendir mejor o peor, pero siempre está al pie del cañón. Sabe que es el timón de su equipo y, esta temporada, quiere volver a serlo.
La irregularidad, su gran debe
El mediocentro, que acaba de iniciar su quinta temporada como blanquillo, alterna exhibiciones con desapariciones. Recitales con decepciones. Da una de cal y otra de arena. Y eso no le puede pasar a futbolistas de este nivel. Es diferencial, pero tiene un gran pero: la irregularidad. Por ello, el zaragocismo está tan dividido con el de Ansoáin. Y, además, sabe que tiene que ser exigente con él, porque Eguaras ha demostrado mucho más de lo que hizo, sin ir más lejos, la última temporada. O la 18/19, aunque es cierto que ese curso estuvo marcado por una pubalgia que le apartó más de cuatro meses de los terrenos de juego. Pero todo eso está olvidado.
Ahora, a sus 29 años y tras la disputa de los primeros partidos del campeonato liguero, está dejando claro que quiere volver a ser el de antes. El que enamoró a La Romareda con su inteligencia táctica, con su imaginación para ver un pase cuando los demás ni siquiera lo imaginan, con su facilidad para recuperar balones o dar fluidez en la salida de balón. En definitiva, para ser el guía del Real Zaragoza, donde es uno de los principales líderes -tanto dentro como fuera del campo- y quiere volver a erigirse como tal.
El modelo inequívoco del elegante mediocentro
El pasado domingo, día 5/09, ante el Alcorcón, volvió a hacerse notar en el campo. Sobre todo, en los segundos 45 minutos, donde -junto al capitán, Alberto Zapater- hizo un clínic de lo que debe hacer un mediocentro cada fin de semana. Cortando, elaborando, dando ritmo y fluidez al equipo, liberando a la segunda línea; en definitiva, dominando el partido a su antojo, como tantas otras veces, y permitiendo a su equipo instalarse en campo rival durante toda la segunda mitad. Pero, por si no era suficiente, también marcó el gol del empate, que a su vez se convertía en el estreno goleador del equipo de JIM en liga. El partido del ‘16’ fue para enmarcar.
Elegancia y personalidad a partes iguales. La afición estaba acostumbrada a ver al navarro solo en el centro del campo. Además, cuando mejor rindió fue de esa manera, él solo -en un rombo- con Natxo González en el banquillo (2017/18). Íñigo, escoltado por Raúl Guti y Alberto Zapater, que se situaban en los costados, con Papu en la mediapunta y con dos puntas veloces al espacio, Jorge Pombo y Borja Iglesias, alcanzó su máximo nivel y todo apuntaba a Primera División con un Eguaras estelar, siendo la manija del equipo aragonés, y explotando al máximo sus desplazamientos largos a la espalda de la defensa rival (7 asistencias). Pero parecía que esa forma de jugar era la única manera de encontrar su mejor versión. No fue el caso.
Dos temporadas después, en la 2019/20, con Víctor Fernández, el de Ansoáin demostró que también se siente cómodo en un doble pivote. En ese caso, con el canterano, Raúl Guti, se entendió a la perfección y formaron una medular sobresaliente, donde el ‘16’, otra vez con atacantes rápidos, se hinchó a regalar asistencias (7) y, además, hizo valer la condición de llegador que tenía antes de aterrizar en La Romareda (2 goles).
Eguaras, el termómetro blanquillo
Ya sea con un acompañante a su lado, en Santo Domingo fue con Alberto Zapater, o solo, pero ese futbolista que los zaragocistas quieren ver parece que por fin está llegando. Al final, será cierto que, tras una mala temporada, toca una buena y viceversa, porque es lo que le ha ocurrido tanto al club como al mediocentro desde que juntaron sus caminos en 2017.
Muchos le tachan de lento, pero lo cierto es que ese handicap lo esconde con su enorme inteligencia. Solo hay que ver que, cuando Eguaras está bien -tanto mental como físicamente- el Real Zaragoza es otro. De lo que no hay duda es de su técnica, elegancia y personalidad. Un futbolista diferente, de los de antes, que transmite rabia y pundonor desde que llegó a tierras aragonesas. Y que, alcanzada su madurez, debe volver a ser -de una vez por todas- el faro que lleve al Real Zaragoza a la élite del fútbol español porque tiene talento de sobra para ello.
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