Trata de arrancarlo, Pacheta
El fútbol es, en ocasiones, cuestión de centímetros. Todo cambia en función de pequeños espacios. ¿Qué hubiese pasado si el golpeo de Iniesta en aquel lejano mundial de 2010 se hubiese desviado un poco? Nunca lo sabremos. Pero ahí reside lo maravilloso de este deporte, nada está sujeto a hechos objetivos ni a disparos perfectos. Solo pensar en esa perfección ya medida de antemano es de por sí aburrido. Te puede acompañar o no, pero la suerte no cae siempre en el lado de aquel que la busca. Eso sí, por mucho que no se den las circunstancias, nunca hay que dejar de picar, y el Pucela tiene que tomar nota de ello.
Once jornadas después del inicio liguero, el Real Valladolid todavía no ha gozado de la continuidad que requiere un candidato al ascenso. Jornada tras jornada, el Pucela parece descolgarse más aún de la estela de equipos como el Sporting o el Almería. Cada victoria blanquivioleta va acompañada de un varapalo posterior. Tras los partidos de Zaragoza y Lugo, vino una racha de tres derrotas seguidas marcadas por la goleada del Burgos en el derbi castellano. Llegó la ansiada vuelta a la senda de la victoria frente al Alcorcón, pero ésta no llegó a buen puerto tras los empates contra Ponferradina y Málaga. Cuando más lo requería tanto el equipo como la afición, los de Pacheta se volvieron a recuperar con un obligado golpe sobre la mesa en Butarque, aunque poco duró la euforia con el reciente 1-1 frente al Ibiza en esta jornada intersemanal. Pero, ¿está realmente demostrando el equipo vallisoletano un nivel propio de octavo posicionado? No todo en la vida es blanco o negro y, en el fútbol, menos. Entre ese contraste de las sensaciones de este Pucela, el equipo debe teñir el equilibrio de blanquivioleta. El Real Valladolid comienza a jugar como se le exigía, pero sigue sin recibir los resultados necesarios para mantener vivo el sueño del ascenso directo.
Las estadísticas no mienten
Reducir un deporte como el balompié a números siempre me ha parecido algo que hace injusticia a lo que realmente abarca el fútbol. Pero, cuando a uno le viene bien, nunca está de más tirar de estadística. El último partido frente al Ibiza refleja a la perfección la situación que afronta el Real Valladolid, un constante querer y no poder. Tras 24 tiros realizados, 6 de ellos a puerta, se consiguió anotar un único gol. En cambio, el bloque insular solo necesitó de 6 tiros, 2 a puerta, para lograr empatar el partido. Cuestión de centímetros, sí, pero también de eficacia. Hay partidos en los que no se puede permitir uno no ganar, y este de la jornada 11 era un de ellos.
«Esperemos no arrepentirnos de estas ocasiones al final del partido». «Hay que ver, como se nos escape esto…». Puedo citar mil frases más como estas, que se escucharon en las casas de los aficionados pucelanos el pasado miércoles. Cómo no, la desgracia acabó ocurriendo. Esto es Segunda División y estas son las consecuencias de perdonar un partido. De regalarlo, mejor dicho. De nada sirve cumplir con el esquema de juego si luego el esfuerzo se va a arrojar por la borda. 24 ocasiones. Ver para no creer. Como diría Alfredo Di Stéfano, «jugamos como nunca y perdimos como siempre». Todo un tópico en este mundo del fútbol, pero viene que ni pintado.
El gol está en buenas manos
Es paradójico ver como el Valladolid está tan negado de cara a portería, pero, a su vez, cuenta con una delantera de ensueño para esta temporada. Una delantera con dos nombres que darán mucho que hablar: Sergio León y Shon Weissman. El primero, que regresa a la competición de plata, ya dejó su huella marcada en Segunda, teniendo en su historial un premio ‘pichichi’ con el Elche en la 2015-2016. Al segundo, cada día le conocemos más, poco hay que añadir del israelí. Ambos han explotado juntos en la ofensiva pucelana. Sergio León, que llegaba a Valladolid como un descarte del Levante de Paco López, ha sorprendido gratamente a la afición vallisoletana con esfuerzo y ambición, anotando su primer gol como blanquivioleta en Butarque tras una muestra de garra y trabajo. Por otro lado, Weissman suma y sigue y ya son cinco los goles que lleva anotados el hebreo, acechando a otros goleadores como Rubén Castro o Stoichkov en la carrera por el trofeo individual de máximo goleador.
Efectos postraumáticos
El descenso de la temporada pasada se pudo explicar en Zorrilla por muchos factores distintos, pero, entre ellos, destaca uno que parece no haber abandonado el feudo pucelano. La desconexión total del partido desde el minuto 80 hasta el final parece ser ya una tradición en Pucela más que un error a corregir. Desde el anterior año, donde el Real Valladolid llegó hasta a recibir un gol por un portero en el último minuto, todo indica que el trauma sigue en pie y la llama del nerviosismo en la recta final del encuentro sigue viva tanto en aficionados como en jugadores. Ibiza y Ponferradina se suman a la larga lista de rivales que han logrado aprovechar el total descontrol defensivo y el caos en ataque que transmite el Pucela cuando toca gestionar una ventaja en un partido. La solución, sin duda, reside en el arreglo de una defensa que lleva en continuo declive desde la salida del club de Mohammed Salisu y de la grave lesión de Kiko Olivas.
El camino a seguir
La hinchada del Pucela ha quedado bifurcada en dos ramas distintas desde los últimos partidos del equipo, y, sobre todo, del 1-1 frente al Ibiza. De un partido que pudo acabar perfectamente como una goleada a favor de los blanquivioletas, surgen dos concepciones; el vaso medio lleno o medio vacío. Resultadismo frente a sensaciones. ¿El resultado? Injusto y desesperante, aunque en el fútbol no se deba hablar de justicia. ¿Las sensaciones? Para mí, las mejores de toda la temporada. Un partido perfecto, por lo menos hasta la segunda mitad, en el que se genera una ocasión tras otra, y en el que la ambición del equipo quedó marcada por el constante deseo del gol. Querer rematar un partido en vez de resistir las oleadas del rival dice mucho de este juego, principalmente, porque las oleadas y los asedios en el área eran del ciclón violeta.
Transiciones dinámicas, buen control del balón y de la posesión, un Álvaro Aguado que cada vez es más clave en el desarrollo defensivo y en ataque del equipo, una delantera enganchadísima por mucho que no se tope con el fondo de la red… ¿Es acaso esto a lo que llevaba acostumbrado el Real Valladolid? Lo mejor es pasar página, pero es difícil olvidar la imagen de un equipo que aguantaba empates a cero sin aspiración ofensiva alguna. ¿Es acaso culpa de Pacheta que la pelota no quiera entrar? Para nada, ni siquiera lo es de los jugadores.
Como se ha mencionado antes, el fútbol se comprende de centímetro en centímetro, y un juicio que abarque la crítica entre esos pequeños espacios solo puede conducir a la desestabilización moral del plantel. Once jornadas después, el Real Valladolid de José Rojo Martín no solo puede presumir de tener una idea de juego establecida, sino que también puede disfrutar de un trabajo que, más pronto que tarde, dará sus frutos. No tengo duda alguna, porque dudar de Pacheta en estos momentos significa crucificar a un equipo al que todavía no se le ha exprimido todo su jugo. Paciencia, lo hará. El Pucela todavía tiene mucha guerra que dar. Está en buenas manos.
La mirada puesta en Gijón
Hasta a Carlos Sainz se le ha parado el rally en una carrera. Aquel «trata de arrancarlo, Carlos», a nada de cruzar la meta, dejó al piloto sin su campeonato. Ahora, Pacheta puede decir que su rally también se ha calado, pero ha podido gozar de un margen de error sobre el que ahora tiene la oportunidad de resurgir. 31 jornadas restantes hasta llegar a la meta de la maratón de La Liga SmartBank, y esta mala racha ha podido ocurrir en el momento perfecto de la competición, al comienzo. Sobre este traspié tiene ahora el Valladolid un largo camino a recorrer, y lo hace impulsado por sus dos grandes motores; un entrenador y una afición de Primera. Del entrenador ya hemos podido observar como ha establecido los cimientos sobre los que se va a desenvolver este nuevo Pucela; garra, valentía y humildad. Un juego alegre y disfrutón. El Valladolid se gusta, y se hace notar en la autoestima de unos jugadores con ganas de agitar la Segunda División, de hacerse oír. De todas estas conclusiones, se queda un escenario perfecto para que el equipo comience desde el próximo partido a imponer su autoridad en la liga, un golpe sobre la mesa necesario en Asturias.
Con la mirada puesta en El Molinón, los blanquivioletas hacen frente el próximo sábado al primer gran examen de la temporada, un duelo en la cumbre frente a uno de los grandes equipos de la categoría, y, sin duda alguna, un rival directo por el ascenso. El Sporting de Gijón llega al encuentro frente a los castellanos tocado tras la derrota frente al Efesé, y tiene las mismas ganas de reconducir la situación que el Pucela. El as en la manga de los vallisoletanos reside en la grada visitante del Enrique Castro ‘Quini’, la hinchada violeta. En Leganés, la afición dio un espectáculo de animación propio de una afición local, haciéndose oír en todo el templo pepinero. Los soldados de Pacheta volverán a contar con el apoyo de su eterno leal público, ya sea en Leganés, en Asturias o en Laponia, si es necesario. A partir de esto, toca que el Real Valladolid vuelva a volar. Trata de arrancarlo, Pacheta. Solo falta, y solo vale, ganar.
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