Álvaro Aguado, el espejo del Pucela

Hay jugadores que enamoran con tan solo verles jugar. Únicamente hace falta contemplar su conducción sofisticada para apreciar como cuidan el balón, lo miman como si fuese un paquete a entregar con delicadeza, como si se tratase de su mayor tesoro. Distribuidores de la pelota, que la pasean por el campo de batalla sin apuro ni prisa alguna, como Pedro por su casa. Futbolistas de portada de ‘Don Balón’, con la estética propia de un jugador clásico, de esos que tanto añoramos. Medias bajas, camiseta por dentro, y a jugar.
En ocasiones, cansa oír el mismo tópico continuo sobre la falta de talento en Segunda División. Y no hace falta remitirse únicamente al ya pasado Pedri. A la lista de los Ramazani, Moleiro, Karrikaburu u otros más veteranos como Stoichkov o Vieira, se une por sorpresa un Álvaro Aguado que nada tiene que ver con la versión vista la temporada pasada en Fuenlabrada. La irrupción del andaluz en este comienzo de la campaña ha dejado boquiabierto a todo aquel que ha podido observar alguno de los 16 partidos (no ha faltado a ninguno) que ha disputado el blanquivioleta. El Real Valladolid puede presumir de contar en sus filas con una de esas joyas que resaltan sobre el resto de los jugadores, cuyo estado de forma es el espejo del también buen estado progresivo del Pucela.
Una irrupción sin casualidades
La repentina aparición de Aguado en este Real Valladolid responde a una serie de factores que hacen de esto una causalidad, algo que no se contaba con ello, pero que representa el cambio en la entidad vallisoletana desde el descenso. Si bien Álvaro es el máximo responsable de su irrupción, cuesta creer que esta hubiese sido posible de no ser por contar con un apoyo desde el banquillo como el que ofrece un entrenador como Pacheta. De la falta del aprovechamiento de talento en pasadas campañas, vista, por ejemplo, en las cesiones del propio Aguado a Numancia o Fuenlabrada, a las oportunidades otorgadas por el burgalés. Pacheta cuida al jugador, enfatiza sus virtudes para exprimirlo al máximo y, así, hacerle sentirse cómodo en el terreno de juego.
Por otro lado, con o sin Pacheta, el Pucela pedía a gritos un centrocampista como el jiennense. Tras la caída del nivel de Rubén Alcaraz (que últimamente está recuperando) y la lesión de Kike Pérez, el Valladolid necesitaba a ese jugador que acompañase a un Roque Mesa que destacó en soledad en la medular pucelana la pasada temporada. Hasta ahora, nadie se ha complementado tan bien con Roque, y la conexión andaluza-canaria lleva ahora la batuta de un Pucela que se ha sentido beneficiado de dicho enlace. Dinamismo, fluidez en la transición y solidez en la cobertura. El centro del campo violeta es ahora un bloque que, con las mismas que te recupera un balón, te monta un contraataque de cara a la pólvora ofensiva de la delantera. Si esto sigue así, dentro de poco va a ser inconcebible un Roque Mesa sin Aguado, y un Aguado sin Roque Mesa.
Era necesaria esa sangre fresca y una mente liberada del shock del descenso de categoría. Esa figura de alguien renovador que aportase algo distinto a lo visto hasta ahora en Valladolid. Porque, de un modo u otro, Álvaro Aguado es eso, un jugador diferente. Verticalidad, regate, conducción y visión de campo. Qué más se le puede pedir. Y, cuando aparecen esos futbolistas con una marca de calidad personal, dejarlos escapar puede ser un error del que arrepentirse en el futuro.
La nueva cara de Aguado, la nueva cara del Pucela
Cuesta pensar que el estado de forma de un jugador concreto puede condicionar a todo un equipo, pero eso es así. Y, para bien o para mal, este es el caso de Aguado con el nuevo Real Valladolid. Tanto él como Roque Mesa marcan el punto de inflexión de una plantilla variable e irregular, sin embargo, cuando estos dos están, el Pucela lo nota. A pesar de que Aguado no estuviese en el esquema inicial de Pacheta como titular con el 3-5-2, sus destellos de calidad se comenzaban a observar cuando salía desde el banquillo. De este modo, se estaba gestando el escenario perfecto para que el de Jaén diese el paso al frente definitivo con el cambio táctico al 4-4-2 y su consolidación con la titularidad. Desde entonces, tanto Roque como él son inamovibles del once, manteniendo una continuidad y regularidad necesarias.
Titular en 10 de los 16 partidos que ha disputado, el Real Valladolid ha cosechado derrotas como un reciente 4-1 frente al Amorebieta o un 3-0 en Burgos cuando Aguado no ha salido de partida. Con 967 minutos disputados hasta el momento, Álvaro acumula ya dos goles y una asistencia, datos que, en proporción a su estado de forma, no hacen justicia al buen juego del exjugador del Córdoba.
Para entender la disposición táctica de un jugador como este, lo mejor es alejarse de cualquier análisis que vaya a simplificar su juego a algo que no refleje la complejidad de su posición. Aguado es ese box-to-box inglés que bien podría estar jugando en cualquier club de la Premier League con un rol de todoterreno. Un Land Rover que parte desde atrás para solidificar la defensa y recuperación de balón para, posteriormente, impulsar al equipo hacia arriba con rápidas conducciones verticales y fluidas asociaciones hasta llegar al área contraria. Un conductor de un tándem que fluye a su son y que conduce la orientación del ataque blanquivioleta. En ocasiones, da la sensación de que Álvaro está en todas las partes del campo, fruto de una liberación total y de un despliegue físico y posicional sorprendente. Es por ello que él, junto a Roque, es el mejor índice posible para medir el estado de este Pucela, un reflejo fiable, un espejo por el cual la cara de Álvaro es, consecuentemente, la cara que va a mostrar este Real Valladolid.
Premio a jugador revelación en Zorrilla
La Real Academia Española define la palabra revelación como ‘manifestación de una verdad secreta u oculta’. Pues bien, en la capital castellana están asombrados con el hecho de que el jugadorazo que está mostrando ser el andaluz es algo que ha surgido de la nada, que no se contaba con ello y que, por ende, era hasta ahora una verdad secreta. En verano, con el mercado de fichajes en plena ebullición, su salida se daba por hecha, pero el jiennense ni se replanteó dicha opción. A base de curro y de sudor, ha conseguido sorprender a un Pacheta atónito con su rendimiento, para llevar luego esa impresión a las gradas del Estadio José Zorrilla. Cómo hubiese lamentado la dirección deportiva vallisoletana la ausencia de Aguado. Lo cierto es que, de un modo u otro, la situación actual del Pucela sería diferente, para mal.
De entre los cinco fichajes del Real Valladolid en esta ventana, ninguno ha sido tan importante como la reincorporación de Aguado al plantel blanquivioleta. Sin ni siquiera serlo, es el mejor fichaje, y lo mejor de todo es que no se contaba con ello. Todos sus partidos tienen su propia belleza, en menor o mayor medida, dejando actuaciones memorables como la de El Molinón, reivindicándose como una de las grandes figuras del vestuario para el público. Aguado va dejando su huella en cada estadio que visita. Las bases están sentadas, y todavía le queda mucho por crecer, pero su futuro, a pesar de sus 25 años, todavía es prometedor. Partido a partido y de ovación en ovación. En junio podremos decir si su presencia ha sido determinante para un Real Valladolid que necesita su compromiso para madurar junto a él. Hasta entonces, yo le otorgo mi premio personal a jugador revelación, y puedo asegurar que tendremos Álvaro Aguado Méndez para rato.
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