Málaga, cambiar el rumbo

Cuando decidimos irnos de vacaciones, emprendemos un camino hacia una aventura con paradero desconocido. Desde el momento en el que introducimos la llave y pisamos el pedal del embrague, una bandada de pajarillos comienza a revolotear sobre nuestra mente en forma de pensamientos intranquilos. No sabemos qué será eso que habremos dejado olvidado en casa esta vez, al igual que tampoco podemos predecir si el lugar planificado con esmero durante tantos meses terminará por convertirse en el destino de nuestros sueños. La única norma del viajero es que se debe estar preparado para afrontar cualquier imprevisto.
¿De qué sirve pensar en las tardes soleadas tomando caipiriñas en la playa, si las vacaciones pueden acabar de la forma más abrupta posible a causa de un desafortunado pinchazo? Existen ciertas circunstancias que no puede controlar ni la más cualificada de las agencias. Porque la vida es, en ocasiones, demasiado rocambolesca. Lo importante es saber desviarse del arcén, echar el freno de mano y detenerse para pensar en el siguiente paso. Porque, hasta en la tarde más lluviosa, siempre aparece ese conductor solidario dispuesto a echar un cable, o ese neumático que aparece milagrosamente en el maletero para ayudarnos a reanudar la marcha. Siempre podemos reconducir la situación. Siempre podemos cambiar el rumbo.
El comienzo del viaje
Cualquier viajero que alguna vez haya emprendido el camino hacia Primera División, sabe que no se trata de un trayecto sencillo: desde baches profundos hasta curvas vertiginosas y cuestas escarpadas. La orografía apunta a que no se trata de un agradable paseo por el campo. Aun así, Manolo Gaspar decidió afrontar el reto y comenzó a organizar la odisea, que prometía ser ilusionante a la vez que inquietante: cargó la furgoneta blanquiazul de cuantiosas provisiones y, al volante, colocó a José Alberto López, uno de los conductores más cualificados de la categoría. Aunque el vehículo no inició la marcha con demasiado brío, consiguió salir airoso de cada curva que se anteponía en el camino: tomó dirección Miranda de Ebro para después girar en Ibiza y acelerar ante el Alcorcón. No fue el mejor arranque, aunque el ‘furgón boquerón’ enderezó el rumbo y empezó a coger velocidad. El primer pinchazo llegó en Almería. Entonces apareció el ingeniero ovetense para sustituir el neumático dañado y reanudar la marcha. Pero no sería el único.
A medida que la cifra del cuentakilómetros seguía avanzando, las averías se multiplicaron: fugas de aceite, discos de freno, fallos electrónicos o problemas con el catalizador. El equipo se quedaba sin ideas y la impaciencia en los asientos de atrás crecía cada vez más, mientras desde la dirección deportiva se comenzaban a plantear si realmente merecía la pena reparar la nueva avería de un coche que parecía tener su destino asegurado en el desguace. La cúpula malaguista decidió darle un voto de confianza a José Alberto que, con ciertas dificultades, logró continuar el camino, aunque no por mucho tiempo.
Pesadilla en el paraíso
Ibiza suele ser el destino elegido por muchas personas para pasar sus vacaciones. Fiestas suntuosas, playas paradisiacas y una gastronomía de lo más variada. La isla balear es el resort de los sueños, aunque para el técnico asturiano fue una auténtica pesadilla. Al encarar una curva tan pronunciada como es Can Misses, el automóvil blanquiazul salió despedido y recibió cinco goles en forma de cinco vueltas de campana. Aquel trágico accidente terminó por romper el vínculo con una afición cansada de ver a un equipo indolente, que sufría enormemente para superar cada obstáculo que encontraba a través de la siempre complicada travesía por la categoría de plata. El Málaga había perdido todos los argumentos posibles en la parcela ofensiva, y seguía cometiendo los mismos errores en la línea de atrás jornada tras jornada. Descoordinado e inseguro.
Ya no había plan, ni una idea en la que creer. La situación había llegado a un punto insostenible. El copiloto, Manolo Gaspar, decidió despedir al hombre en el que había depositado su plena confianza del asiento del conductor. Echó el vehículo al arcén y activó las luces de emergencia. Fin de ciclo. Ibiza fue la última parada de José Alberto, pero el camino debe continuar. Es la hora de cambiar el rumbo. Es la hora de Natxo González.
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