Del enroque al jaque mate
Protegen al rey, lo desplazan para colocarse ellos en el centro de la acción. Hay jugadores que atraen todo foco de atención con tan solo un movimiento. No necesitan más, va en su naturaleza desprender esa aura de grandeza propia del derroche estético que gastan. Lo de Roque Mesa va más allá. Lo que la torre es al ajedrez, el canario es al fútbol. Desplaza a cualquier rey sobre el tablero, sobre el césped, para colocarse él en el núcleo del bullicio. Porque ahí es donde viven estos jugadores, en un caos donde mejor se desenvuelven. Al de Gran Canaria no le des un partido parado, al bueno de Roque dale un encuentro de ida y vuelta donde pueda mover su torre a placer. Del enroque al jaque mate en nada más que un par de regates.
Diez peones y un jerarca
No es cuestión de desprestigiar el nivel del resto de jugadores sobre el campo. Ni mucho menos de una plantilla con tanta calidad en Segunda División como la del Real Valladolid. Lo único que quiero decir es que, al lado de Roque Mesa, el resto de futbolistas parecen peones. Y no en cuanto a calidad, sino a nivel organizativo. No tiene brazalete, pero Roque Mesa tiene argumentos suficientes para demostrar su veteranía sobre el campo. Más que argumentos, temporadas. Porque Roque conoce desde el calor de Sevilla hasta las frías tormentas británicas de Swansea, pasando por sus nativas tierras volcánicas de Las Palmas. En todo ese recorrido de tablero en tablero, el canario ha logrado sentar los pilares de su torre en un equipo que le requiere como gran base de todo un proyecto.
Llegó de la nada. Como un descarte, más bien. Ahora, es indispensable para un Real Valladolid que le necesita para aspirar por el ascenso. Y eso el aficionado lo ve. Porque cuando el equipo hace piña, él es la voz cantante, y sin ser el capitán. El compositor de orquesta de toda una sinfonía que suena a su son. Un líder que no es para nada invisible. Porque se hace notar y se gusta. La relevancia de jugadores como estos pasa por encima de sus cualidades deportivas. Reside en lo personal, en la capacidad de liderazgo, en como consiguen hacer grupo. Y, coincidencia no es, los dos jugadores con ese perfil y ese rol en la plantilla pucelana son, justamente, los que más batallan han vivido; Roque y Roberto Jiménez, siendo el canario el pilar deportivo y personal de este Real Valladolid. Así se vio en el último partido frente al Sporting a la hora de tirar el penalti que pudo conducir el partido. Aunque lo más importante de ese acto no pervive en el lanzamiento, sino en su reacción posterior.
Todos los caminos pasan por Roque
Sacó coraje para lanzar un penalti decisivo en un partido importantísimo, y lo falló. No sabemos si tiró más de Kirikocho o de su propia calidad de lanzamiento, pero no fue el mejor de los tiros de Roque. Y ahí es donde se ven a los líderes. Tras un encuentro totalmente dominado por el Pucela y una segunda mitad, hasta el penalti, protagonizada por un esplendor de los vallisoletanos y un recital de Roque Mesa, todo indicaba a que la partida se venía abajo. Un jaque fácilmente disuadido de Diego Mariño que ni con una prodigiosa parada pudo detener la noche de espectáculo de Roque. Ni un instante hizo falta para que el exjugador del Leganés continuase su noche de baile. Su movimiento estratégico. Su diana. Del penalti fallado al gol. Del enroque al jaque mate.
Marcó su primer tanto liguero, un dato totalmente irrelevante para gozar de la importancia de Roque Mesa en este Pucela de Pacheta. Porque él es de esos jugadores a los que de nada sirve valorar por estadísticas y números. Hay que verlos jugar, hay que observarlos moverse por el tablero. Solo así se aprecia su inmensa calidad futbolística. Roque es un todoterreno, un box-to-box a la inglesa, el eje de un engranaje… Llámalo x, llámalo y. Pero toda jugada del Pucela tiene un denominador común; todas pasan por la aduana canaria. Un control de juego que verifica que todo vaya bien y reconduce las situaciones mejorables. Y te vale de aduana como de servicio de correos. Te recoge el paquete en la defensa y te lo deja en zona de tres cuartos.
A su vez, es justo resaltar a Roque como uno de esos jugadores a los que se echan en falta. Que, a poco que le veas, sabes que, como falte, el equipo se cae. Ya lo sabe Pacheta por experiencia. La baja de Roque vale por diez. Y no solo lo echa de menos el aficionado pucelano. Lo lamenta también cualquier futbolero neutral que disfrute con el buen fútbol de Segunda. Más cuando sobre el césped juegan esos futbolistas que suben tres marchas el ritmo de partido. Cuando juegan los Roque Mesa de turno.
Reivindicaciones que valen ascensos
La temporada de Roque Mesa, si sigue a este ritmo, puede llevarse el merecimiento del recuerdo, que es uno de los mayores premios que puede haber. Todavía más que galardones y trofeos, físicos y sin contundencia emocional, ya que el recuerdo es la mayor forma de inmortalizar del ser humano. Pasarán los años, y nos acordaremos de «aquella temporada de Roque Mesa con el Pucela». De figuras como él depende que a esa frase se le añada el calificativo de «el Pucela del ascenso». Con ello, sería premio doble. Sin duda, uno de los nominados a llevarse el reconocimiento a mejor jugador de la temporada, aunque todavía queden muchas batallas por contar y más enroques de un canario desatado por los campos nacionales de Segunda División. Concretamente, en Zorrilla, donde juega de ovación en ovación ante un público rendido a sus pies.
No es que sea sorpresa el nivel que está demostrando Roque Mesa. Lo que impacta es la situación y el contexto. Sobre todo al tener en cuenta que proviene de todo un descenso en el que no terminó de cuajar del todo en cuanto a sintonía con el club, ya que, futbolísticamente, fue de lo mejor. No se valoró lo suficiente el esfuerzo de Roque por mantener la categoría. Y, ahora, cuando le entregan unas piezas idóneas para competir, su talento es visible y se ve complementado. Desde el respaldo del rey, de Pacheta, hasta piezas como la otra torre y su irrupción repentina Álvaro Aguado, constituyendo uno de los mejores centros del campo de la categoría, además de alfiles como Gonzalo Plata y caballos ganadores como Shon Weissman y Sergio León. Nada puede salir mal. Las piezas perfectas para un tablero que ya es el mejor feudo local de toda la categoría. Roque Mesa, el Magnus Carlsen de Zorrilla. Del enroque del aprendiz al jaque mate del gran maestro.
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