Málaga, tocar fondo

El éxito en la vida nunca está asegurado. La línea que une al esfuerzo y la recompensa no corresponde a una proporcionalidad directa, mientras la realidad se empeña en alejarse de la expectativa en demasiadas ocasiones. Aprender a convivir con el error no solo se presenta como una alternativa sólida, sino que, además, nos enseña que el camino hacia la gloria no solo discurre siguiendo una línea ascendente. Porque dar un paso atrás no siempre es sinónimo de involución, al igual que meter una pausa no es una decisión predecesora al fracaso. A veces, necesitamos detenernos para divisar el futuro desde una perspectiva más esperanzadora, aunque pensemos que hayamos tocado fondo.
Tempestad en alta mar
Gusta lo ajeno, más por ajeno que por bueno. La salida de José Alberto se presentó como la única solución posible para intentar enmendar el rumbo de un equipo que naufragaba en alta mar. El desembarco de Natxo González prometió devolver la calma a un mar revuelto, aunque, ciertamente, sólo ha conseguido avivar la tempestad. Desorientado y sin dirección: 1 punto cosechado de 12 posibles firma un inicio desastroso del técnico vitoriano en la ciudad costasoleña. La derrota en Anoeta contra una Real Sociedad B que no conocía la victoria desde finales de noviembre, terminó por evidenciar la idea de un raquitismo progresivo. Una distópica realidad que no entraba en los planes ni del más agorero de la cúpula blanquiazul, pero los peores pronósticos han terminado por cumplirse.
Jornada tras jornada, mazazo tras mazazo. La enorme ilusión con la que el Málaga afrontaba la competición al comienzo de la campaña, ha terminado por corromperse, para dar lugar a una rotunda decepción. Las dudas continúan creciendo en torno a la figura de un Natxo González que, no solo sigue sin dar con la tecla para activar a la plantilla, sino que tampoco ha logrado erigirse en la figura de ese líder carismático que tan bien sintoniza con el malaguismo. Sin ideas. Sin un planteamiento claro.
Las luces de emergencia se han encendido en Martiricos: el equipo se debilita cada vez más y no presenta signos de mejoría. Mirar hacia el futuro tampoco invita a la esperanza: en el inmenso mar de la Segunda División, el aturdido boquerón deberá hacer frente a tiburones voraces de la talla de Ponferradina, Girona, Eibar o Tenerife, entre otros. La situación empieza a ser crítica. Pero apuntar todas las flechas de la culpa hacia Natxo González o su antecesor parece una idea demasiado vaga y reduccionista como para afrontar un problema mucho más complejo, que trasciende más allá del plano individual.
Culpar o luchar
“Yo soy el responsable, no hay más” confesaba Manolo Gaspar a modo de autocrítica en una entrevista concedida a Onda Cero Málaga, canalizando la culpa. Muchas han sido las voces que han criticado su gestión realizada durante el pasado mercado invernal, en el que sumó dos piezas como Aleix Febas y Vadillo, que no han terminado de cumplir las expectativas depositadas en ellos cuando se abordaron sus contrataciones. La dirección deportiva, encabezada por el paleño, tampoco logró paliar la mayor necesidad del equipo: la llegada de un central de garantías. Las malas actuaciones defensivas del equipo a lo largo de la temporada han terminado por sacar a la luz la mayor carencia de este equipo, que se acentúa aún más si cabe cuando Juande no está presente en el eje de la zaga. Hasta la fecha, el Málaga ha recontado un total de 9 partidos sin el mariscal cordobés, desglosado en un alarmante bagaje de 5 derrotas, 3 empates y tan solo una victoria.
La línea defensiva es, indudablemente, el talón de taquiles de este equipo: Peybernes no parece estar preparado para asumir el rol de líder de la defensa, mientras que Lombán cada vez siembra más dudas sobre su capacidad para competir en un torneo tan exigente como la segunda división española. El experimento de colocar a Escassi o Ismael Casas como centrales reconvertidos tampoco parece la solución, ni siquiera a corto plazo. Pensarán algunos que cómo no fue capaz Manolo Gaspar de ver una insuficiencia tan patente. Pero no estaríamos entrando a cuestionar la labor del paleño al frente de la dirección deportiva si el rendimiento de los futbolistas hubiera sido el esperado. Lo cierto es que ninguna línea parece funcionar: Dani Barrio no transmite seguridad bajo palos; su actuación en el partido contra el filial txuri urdin ha vuelto a reabrir el eterno debate de la portería malaguista. La medular tampoco consigue enlazar con una línea de atacantes, que sufre un mundo para conectar un lanzamiento entre los tres palos. Muchos futbolistas siguen inmersos en la búsqueda de su mejor versión, y el margen de maniobra es cada vez menor. La idea parece definida: buscar culpables o aprender de los errores. No hay más. Un barco nunca se ha hundido solo por la mala actuación de un eslabón, pero si se ha salvado mediante el trabajo de todos. En estos momentos, remar en la misma dirección se hace más necesario que nunca si el Málaga no quiere pasar apuros para evitar un desastre aún mayor. Porque, aunque a veces pensemos que hayamos tocado fondo, nunca debemos olvidar que, en el fútbol, como en la vida, hasta en la más oscura de las penumbras siempre se avista un resquicio de luz.
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