Nacho y Anuar, héroes invisibles

¿Quién cubrirá las portadas cuando falten los delanteros? ¿Y cuándo lo hagan también los jugones, los ’10’ y las estrellas? Esos jugadores, más propicios a ganar seguidores en Instagram que balones en el campo. De hecho, es más bien raro que la habitación de los críos esté ocupada por pósteres del lateral izquierdo. O del pivote suplente. Algo hemos hecho mal inculcando esta visión tan individualista. Qué mejor lugar que la Segunda División para alzar la voz por los currantes. Por los guardianes silenciosos. Por los héroes invisibles.
No hablamos lo suficiente de ellos. Pero son vitales para el funcionamiento del equipo. Más aún cuando en su camiseta corre su sudor a base de esfuerzo y de constancia, de dejarse la piel sobre el césped. En Valladolid están encarnando esta sensación con dos jugadores que, a pesar de haber protagonizado en su día el ascenso de 2018, apenas volvieron a alcanzar ese momento de gloria. Nacho y Anuar. Anuar y Nacho. Madrileño y ceutí, pero tan pucelanos como si hubiesen sido criados a orillas del Pisuerga. No son ni Roberto Carlos ni Ruud Gullit, pero su amor a los colores va más allá de lo puramente táctico. Porque una carrera en el minuto 90′ para recuperar un balón solo te la firma quien le echa ganas al asunto. Quien le pone un par. Y de echarle coraje al partido estos dos saben de sobra.
El lateral inesperado
Tiene mérito ver como, a mayo de 2022, Nacho Martínez sigue aferrado a su puesto en el lateral izquierdo. Echas la vista atrás, y la relación Nacho-afición era cada año más decadente que el anterior. Una lluvia continua de críticas hacia un jugador cuyo rendimiento quedaba cada vez más lejano de aquel ascenso con Sergio González. En 2021, aún en Primera División, el Real Valladolid firmaba a Lucas Olaza. Con el descenso consumado, el lateral uruguayo no era solamente visto como el mejor lateral izquierdo de la categoría de plata (de lejos, además), sino como uno de los mejores futbolistas en lo táctico de toda Segunda División.
No sé que tendrá este deporte, que hay un aura que contamina de pasión a todo aquello que vive el fútbol de forma distinta. Da igual la táctica, la pizarra y el esquema cuando por tus venas corre la ilusión y la humildad propia de equipos como el Real Valladolid. Hablar de sangre blanquivioleta es hablar de Nacho Martínez García. Un currante donde los haya. Un profesional como la copa de un pino. Cero quejas cuando fue suplente. Cero rechistes de niño pequeño. Tal vez sea por ver el fútbol como lo que es, un deporte colectivo, y de olvidarse de una concepción individualista que arruina por completo las carreras de muchos jugadores.
Sentó a Lucas Olaza. Se ganó de nuevo la confianza del aficionado. Y, dejando atrás sus limitaciones y sus irregularidades, Nacho está siendo, hasta ahora, uno de los pilares invisibles de este Real Valladolid. Un lateral incansable, con una limitación física en carrera, pero todo un arma ofensiva más a la hora de atacar. Ya se le podrá salir el pulmón por la boca, que Nacho no parará de recorrer ese carril izquierdo como si su vida dependiese de ello. A una temporada así, se le pone la guinda al pastel con partidos como el de Ipurúa. No solo frenó al arsenal del Éibar, sino que tuvo las agallas de hacerse cargo de lanzar el penalti más decisivo de la temporada. Su celebración lo dijo todo. Una euforia total que se contagió a toda la grada de desplazados vallisoletanos, que veían como uno de sus capitanes era el primero en no rendirse y sacar adelante la situación. La mira, en el ascenso directo, no en el lucro personal. Eso es Nacho Martínez, un hombre de equipo. Y, sobre todo, de afición.
As en la manga
Nadie daba un duro por él. Su salida al Mirandés era casi un hecho en enero. Pero Anuar Tuhami era el primero que no quería irse de la que es su casa. Y Pacheta, el hombre encargado de otorgar confianza a un jugador que, sin ser titular, ha cumplido como ningún otro. Profesionalidad por bandera. Sobre ello gira en torno el desempeño de Anuar en lo que lleva de carrera en el Real Valladolid, que no es poco. Tuvo cierto protagonismo en aquella recordada temporada 2017/2018 del ascenso, pero, de cesión en cesión, no volvió a gozar de una continuidad que le permitiese consolidarse en el club de su vida.
A los canteranos hay que cuidarlos. Ellos se han criado en el Real Valladolid. Ellos saben lo que es el Pucela. En el caso de Anuar, esa madurez se ve reflejada en el día a día de esta temporada. Asumiendo su rol secundario y aprovechando cualquier rato que se le otorgue para disputar los minutos posibles. De titular o para salir apenas cinco minutos. Da igual. Anuar siempre va a cumplir, siempre va a darlo todo por los colores que lleva defendiendo por mucho tiempo. Ponle de pivote, de interior, de lateral o hasta de delantero. Da lo mismo, porque Anuar va a luchar como si siguiese jugando el patio de su colegio.
Cierto es que, a pesar de un tener un reducido protagonismo, la entrada de Anuar en el campo siempre ha sido un as en la manga para Pacheta. Un revulsivo a la altura de las circunstancias. Tan solo me remito a esta reciente ‘final’ entre Éibar y Pucela para ser consciente del peso del ceutí a la hora de meter la carne en el asador. De sus pies surge la jugada que puso el definitivo 0-2 en el marcador, una brillante jugada individual con la que consigue regatear a los defensas armeros en su propia área y servir un balón a Weissman para que el israelí rematase a placer. Y le ves, y hasta el pitido final sabes que no dejará de correr. Trabajo, esfuerzo y constancia. Sudor y lágrimas. No hay más. No nos vendrían mal más Anuares en el fútbol. Nuevos referentes que vayan más allá del posado para red social.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.