Granada, épico conquistador del playoff

Granada, tierra de conquistadores. El actual formato de playoff se estrenaba en junio de 2011 y lo hacía, eso sí, sin la actual regla que impide los lanzamientos de penalti. Ahora, el mejor clasificado en la fase regular clasifica en caso de empate total. Por aquel entonces, los penaltis eran justicieros. Y los hubo, vaya si los hubo. El estreno del playoff de ascenso a Primera como ahora lo conocemos tuvo absolutamente de todo. Y todo digno de recordar. Emoción incontenible, polémica, enfrentamientos, ocasiones, goles… Y fútbol. Mucho fútbol.
La historia en la actualidad discurre entre dinámicas y estados de forma; cuestiona la supremacía de la regularidad o la ebullición del talento. Por aquel entonces, aún no existía la prueba-error. Se pasaba de otorgar el ascenso a los tres primeros a, de repente, conceder opción a tres equipos más para la tercera plaza de privilegio. Y aquello fue una bomba. La bomba.
Una semifinal no apta para cardíacos
El Elche, tercero en la temporada regular, logró deshacerse del Real Valladolid con cierta suficiencia y esperaba en la final al vencedor de la otra eliminatoria. Y no, no se trata de una simple expresión. Aquella noche, en la vuelta de la semifinal entre Granada y Celta, quien sufriera del corazón probablemente temió por su vida. Y es que en la ida los celestes habían tomado ventaja con un tanto de Michu. Aunque, eso sí, dejaron a los de Fabri vivos. Y eso, señores, conlleva excesivo peligro.
El partido de vuelta en Los Cármenes fue una oda al fútbol, a la emoción. Una batalla a campo abierto, una guerra sin cuartel. Y en ella Fabián Orellana fue el encargado de ofrecer al Granada la victoria en la primera batalla, la de nivelar la contienda. Quizá el más bajito, pero también el más listo de la clase para adelantarse a la defensa gallega y cabecear a la jaula. El Granada había sido una apisonadora, con disparo al larguero del propio Orellana incluido y con salvada de Yoel a un tiro a bocajarro de Mikel Rico. El encuentro ya era una locura para entonces, aunque con el gol aquel duelo adquirió tintes épicos. Reaccionó el Celta, timorato de inicio, y tuvo el empate en una ocasión de Dani Ábalo mientras los de Fabri trataban de rematar a la contra aquella gran primera mitad.
En el segundo acto Paco Herrera renunció a su inicial defensa de cinco realizando pronto los tres cambios, dando entrada entre otros a Roberto Trashorras. Y el partido se convirtió en una auténtica exhibición de fútbol ofensivo. Yoel salvaba a su equipo con dos paradones y en el minuto 60 Dani Benítez estrellaba una pena máxima en el palo. Poco después, Iago Aspas perdonaba el empate en un mano a mano ante Roberto y el encuentro se condenaba a la prórroga. En ella, la fiesta prosiguió. Yoel le paró un segundo penalti a Dani Benítez y Trashorras se topó con el larguero en un magistral lanzamiento de falta. Aquella locura terminó en la única tanda de penaltis registrada en los playoff y allí reinó Roberto, guardameta nazarí. Michu lanzó alto el penalti que hubiera dado la victoria a los visitantes y Roberto se vistió de héroe marcando su lanzamiento y deteniendo el siguiente a Aritz López Garai. El Granada se citaba con el Elche y con la historia tras una agónica victoria en semifinales.
Los ingredientes olvidados: polémica y enfrentamientos
Y llegó la final. En Granada, empate sin goles y todo pendiente para la vuelta en el Martínez Valero. Y allí, en Elche, todos los ingredientes posibles para un enfrentamiento definitivo. El ambiente, caldeado desde la previa con cruces de acusaciones, provocaciones y una tensión elevada a su máxima potencia. Durante el encuentro, el Granada lograba adelantarse en el marcador cuando la media hora estaba a punto de cumplirse al aprovechar Ighalo un milimétrico pase al espacio de Dani Benítez. Bordalás percibió un corte de mangas que denunció a posteriori por parte de Fabri en la celebración del tanto y, desde entonces, los ilicitanos se volcaron en busca de dar la vuelta al marcador. Ya en la primera mitad pudo igualar, aunque un gol legal de Pelegrín era anulado por Miranda Torres a instancias de su linier. Fue quizá el momento álgido de la final, la clave que pudo decidir el devenir del ascenso.
La segunda mitad fue un acoso y derribo que tuvo premio en el minuto 80. Marcaba Xumetra para el Elche, igualando el encuentro, aunque no la eliminatoria, que se decantaba a favor del Granada gracias al gol a domicilio. Los ilicitanos se volcaron, llevaron el balón al área, pero en aquella ocasión Bordalás no sería el triunfador. Lo sería Fabri. Tras el encuentro hubo de todo y prácticamente nada bueno. El Granada apenas si pudo celebrar un ascenso histórico, épico. Hubo invasión de campo por parte de los aficionados; a Roberto, guardameta visitante, le llegaron a dar un manotazo teniendo que ser escoltado al vestuario; Ighalo, al que llevaban a hombros, recibió un empujón por el que terminó en el suelo; aficiones enfrentadas, con insultos mutuos y lanzamiento de piedras. En el vestuario, Bordalás llamaba “indigno” para la profesión a Fabri, que también tuvo un cruce dialéctico con el máximo accionista franjiverde, Juan Carlos Ramírez. Si en la ida los enfrentamientos se habían producido entre aficiones fuera del Estadio, en la vuelta la trifulca se producía entre los protagonistas y en pleno verde.
Y así se fraguó el primer ascenso a Primera División de la nueva ‘era playoff’. Entre goles, fallos, penaltis, tiros al palo, paradas indescriptibles, emoción, épica, tensión y, como colofón, polémica. Con una muestra fidedigna de todo aquello que pueden contener este tipo de eliminatorias fratricidas. Todo concentrado en tres eliminatorias, especialmente las dos del Granada, inolvidables. Prácticamente inenarrables. Con un único vencedor, como todas ellas. El elegido para la gloria, un épico conquistador: el Granada.
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