El camino de Pacheta

En 1950, Miguel Delibes publicaba «El camino». Lo que no sabía el autor vallisoletano es que, paralelamente a la trascendencia histórica de su obra, 72 años después, su ciudad natal viviría de nuevo un camino parecido al de Daniel el Mochuelo. Duro, turbulento y cruel, porque las andadas por la Segunda División no están libres de obstáculos. Pero todo es más fácil cuando un hombre como Pacheta es el guía por la senda de La Liga Smartbank. Un entrenador experimentado y con mil batallas que contar en esta competición que, dos años después de lograr la gesta del ascenso con el Elche, ha logrado repetir dicho logro en un Estadio José Zorrilla que se rinde a sus pies.
Una temporada llena de emociones y sensaciones contradictorias que ha culminado en la gloria para el Pucela. Una montaña rusa que, finalmente, no ha terminado en tragedia para los blanquivioletas. Junto a la evolución del equipo a lo largo de esta intensa campaña, se ha dado un desarrollo de su figura más emblemática que es digno de analizar. Para nada hemos acabado la temporada viendo al mismo Pacheta que cogió los mandos en la jornada 1 en el Estadio de Gran Canaria. Y, por supuesto, en nada se parece este Pacheta al que ya habíamos conocido en sus pasadas campañas en Cartagena, Elche o en Huesca (en El Alcoraz lo hizo en Primera División).
Sin duda, la diferencia reside en su posición de partida desde el pasado agosto de 2021. El Real Valladolid, tras lograr mantener el bloque principal de la plantilla de Primera División y tras realizar varias incorporaciones importantes como Gonzalo Plata o Sergio León, se colocaba como uno de los máximos favoritos y candidatos al ascenso directo, por no decir el que más. Pacheta se hizo cargo de un equipo ganador, de un candidato. Quizá eso complicó el asunto de primeras, cuando el Pucela tuvo un irregular arranque de temporada. Nunca es fácil asumir la presión de ser favorito. Pero la ventaja de tener una plantilla ganadora estaba ahí, solo faltaba dar con la tecla.
Consolidar el bloque
Tardó, pero de una plantilla como la del conjunto castellano esta temporada, era de esperar una explosión que, al fin, consolidase el bloque. Con una de las mejores delanteras de toda la categoría, un centro del campo hecho a medida para la propuesta de Pacheta, y una defensa cada vez más sólida, era cuestión de tiempo que llegasen los resultados. Sin embargo, a pesar del buen juego y la riqueza de la plantilla, el equipo apenas disputó jornadas en unas posiciones de ascenso directo ocupadas por Almería y Éibar. Cada vez más cerca, eso sí, gracias a los pinchazos del Almería y un excesivo conservadurismo que afectó a los armeros de Garitano. El esquema de Pacheta era, quizás, de los que más deslumbraba de toda la competición. Valentía, intensidad y ataque. Pero no todo fue un paseo entre flores.
Si el Real Valladolid tardó hasta la última jornada en colarse entre las dos primeras posiciones, fue por errores y decisiones que castigaron a los pucelanos. Se pecó de valentía, quizá demasiada en partidos que requerían más posicionamiento. En otros, sin embargo, se nublaba la vista a jugadores no muy habituales a errar, y hasta se tiraba de una actitud más defensiva cuando la situación lo requería. En Miranda, por ejemplo, la actuación fue indigna de un candidato al ascenso, y se forzaron amarillas que costaron la derrota frente a la Real Sociedad B. Esa irregularidad, reflejada en tramos de la temporada, perjudicó que no se diese el mérito que verdaderamente tenía el Pucela de cara a hacerse con el ascenso. Costó más de lo que, en realidad, debería haber costado. Porque Pacheta tenía la idea y los medios para llevarla a cabo.
Masip y Roberto, los porteros con más porterías a cero de la temporada. Un Nacho viviendo su segunda juventud y un Luis Pérez que ha sido todo un correcaminos en el lateral, dos ferrocarriles desde atrás para consolidar el ataque. Joaquín, Javi Sánchez y El Yamiq, tres centrales de categoría que se rehicieron de sus errores iniciales para solidificarse como seguros de garantía. Álvaro Aguado ha recogido los frutos de todo su trabajo y ha explotado de la mano de Pacheta como una de las revelaciones del campeonato, y de Roque Mesa hay poco que decir. Candidato a jugador del año. Gonzalo Plata prepara su sitio para Qatar 2022, y, seguro, dará que hablar. Toni Villa volvió a ser Toni Villa, y Sergio León se recuperó de sus últimas temporadas en el Levante para recuperar su olfato goleador, que va en la sangre. Shon Weissman, el pichichi del equipo, el héroe de la afición, el padre de todos. Y, por último, unas incorporaciones invernales como Monchu o Iván Sánchez que revitalizaron al equipo cuando este más lo necesitaba. Dos jugadorazos como la copa de un pino que buscan su continuidad en Valladolid la temporada que viene. La guinda del pastel la pone Pacheta, y con todo este equipo de Primera, afronta su próxima temporada en la élite como lo ha hecho en Segunda. Con ilusión y humildad.
Jaque mate y ascenso
Quien conoce este deporte sabe que no se puede hablar de justicia. Ni de merecimientos. Sin embargo, el Pucela, tras un final de temporada marcado por el recibimiento al Almería en Zorrilla (2-2), el pinchazo frente al Sanse en casa (1-2) y el asedio de Ipurúa (2-0), afrontó las últimas jornadas como matchgames en los que, desgraciadamente, no todo estaba en sus manos. Solo valía ganar. Y que otros tropezasen. Fue en esos momentos de ansiedad ante la falta de control de la situación cuando, finalmente, toda la mala suerte que tuvo el Real Valladolid a lo largo de la temporada se puso a su favor. Y cuando hablo de mala suerte, hago referencia a todo tipo de situaciones que pusieron en jaque a la estabilidad del equipo. El accidente de Plata, la injusta sanción de un mes a Sergio León o los numerosos partidos en los que únicamente faltó marcar. Pero el fútbol es fútbol, y gana quien más goles anota. Fue en ese ambiente de crispación ante la desesperación cuando todo se puso de cara.
Dos ‘Alcorconazos’ que otorgaron el ascenso al Real Valladolid. Quien lo iba a decir. En dos jornadas, el colista en la tabla (ya descendido) robaba puntos tanto a primer como segundo posicionado. Y el Pucela no fallaba. Pacheta lo tenía claro. La última jornada, en Zorrilla frente al Huesca, debía ser una fiesta, una celebración con toda la gente de Valladolid que había sufrido a lo largo de un año la impotencia de no ver reflejados sus resultados merecidos. Roque Mesa apelaba al ‘efecto Pigmalión‘, esa creencia de que los resultados de una persona influyen en el rendimiento de otra. Y, así, ocurrió lo esperado. Cumplió el Pucela ante su gente. Y volvía a dar la sorpresa el Alcorcón, que arrebataba el ascenso al Éibar en el minuto 91′. De Zorrilla al cielo. Las lágrimas de todo un estadio, lágrimas de alegría, incredulidad y emoción, por ver a su equipo campeón. Algo que no puede entender el que no lo ha vivido. Porque un ascenso vale más que mil palabras. Y, por muy exagerado que suene, vale más que un título. Un día que recordará el aficionado pucelano hasta el fin de sus días.
Punto y final
Hablaremos del contraste del Pacheta de Pucela con el de Elche. Futbolísticamente, hasta se puede considerar que su temporada en Primera con el Huesca, a pesar del descenso, fue el pico de la personalidad estratégica de Pacheta. Pero José Rojo Martín, en cuanto salimos del terreno de juego, ha sido pasión y expresividad pura. Una figura que, desde el minuto uno hasta el último momento de la celebración del ascenso ha desprendido alegría y confianza. Más allá de errores achacables, onces discutibles, o sustituciones que ponían de los nervios a los aficionados vallisoletanos, Pacheta ha sido un líder. De los que ya no quedan. Un enamorado del fútbol que ha demostrado que hace su trabajo por amor al arte.
Se logró el ascenso, sí. Pero una temporada de 81 puntos, en cualquier caso, nunca puede ser una mala temporada. Afrontar el play-off con esa elevada cifra habrá sido duro (que se lo digan al Éibar), pero eso tan solo es un reflejo de lo caro y lo competido que ha estado el ascenso directo esta campaña, cuando hasta no hace mucho seguía siendo una carrera a cuatro.
Lo que está claro es que, desde el momento posterior al descenso de 2021 en aquel partido en el que el Atlético de Madrid se proclamó campeón de liga, el Real Valladolid tuvo claro que su lugar no era la Segunda División. Y, para recuperar esa posición a la altura de su historia, contó con un míster que, pase lo que pase la temporada que viene en Primera, ya ha dejado su huella en la senda del pucelanismo. Un camino rocoso pero ilusionante. Un año de emociones de todo tipo, pero lleno de fútbol. Y no hay nada más grande que eso. Volvió el Real Valladolid a Primera División, y lo hizo acompañado de su gente. Al fútbol, ese dios caprichoso que nos tortura y a la vez nos da la vida, le pido que se sigan repitiendo temporadas como esta en la categoría de plata, en ese sótano profundo y olvidado del fútbol español que cada vez más personas disfrutamos con pasión. Y, si es posible, a esa misma divinidad desconocida le ruego no tener que volver a hablar del Real Valladolid en Fondo Segunda. Nos vemos en agosto, con más y mejor. Colorín colorado, este cuento no ha acabado.
Leave a reply
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.