La UD Las Palmas vive instalada en un habitual status quo en el que, más allá de una idea muy definida del fútbol que desea practicar, se aferra a las genialidades de un mago del que disfruta en su plantilla. Si un partido se atasca, el canario no tiene ningún problema para echarse al equipo a la espalda y encontrar la vía por la que desatascarlo. Vías y caminos que tan sólo los elegidos pueden detectar y que para él, habitualmente, son asombrosamente fáciles de encontrar.

Un pequeño bajón, un gran problema

Sin embargo, mantener un nivel excelso a lo largo de toda una temporada es una tarea altamente complicada. Y, en los últimos encuentros, Jonathan Viera parece un poco más atascado de lo normal. Su clarividencia asemeja haber menguado y ahí, cuando la finura se ausenta y la exquisitez disminuye, las costuras se descubren. No son tan imperfectas como para hacer saltar las alarmas, pero sí lo suficiente para que los engranajes sufran y las vías ofensivas para generar peligro se vean afectadas.

En esas, precisamente, estamos. En ese tramo de la temporada en el que la precisión no está en el nivel habitual y el acierto en área contraria se resiente. Ante tal situación, García Pimienta se encuentra en la tesitura de buscar soluciones y, algunas vertientes, apuestan por ofrecer al crack del equipo algo de dosificación para que, en unas semanas, regrese su mejor versión, la que debe ayudar al conjunto canario a alcanzar el objetivo del ascenso directo a Primera División. Otros, por supuesto, se encuentran en el polo opuesto. Viera, siempre en el verde. La decisión, en manos del técnico catalán y la resolución, en los próximos días.