Inicios convulsos en Primera

Entre celtas, artistas y demás protagonistas que aparecían en los inicios de la década de los 90, el CD Tenerife avanzaba a duras penas en su primer año como equipo de Primera División. Mientras que luchaban en cada partido por la permanencia, el Tete quiso seguir la cuestión de Bon Jovi en «Blaze of Glory», quiso preguntar si envejecería, y envejeció. Este Tenerife duró casi diez campañas más en Primera, siendo uno de los constantes supervivientes en la categoría. No fue su primera vez en la élite, pero sí su etapa más larga en ella y en su estreno tuvo que luchar hasta el final para no haber vivido una historia peor contada.
Más vale morir de pie que vivir de rodillas
El año de estreno en Primera, tras casi treinta temporadas en las categorías de plata y bronce, no fue para nada el más deseado, aunque sí pudo ser el más previsible. Fue un equipo que no tuvo demasiadas armas para avanzar puestos, de hecho su mejor marca fue un décimo-tercer puesto en las primeras diez jornadas de aquel año. Su juego no era nada del otro mundo, pero sí era efectivo. Era tener la presión del descenso en cada jornada y los encuentros se tornaban difíciles.

Formación del CDT en el encuentro de promoción ante el Deportivo en Riazor – Foto: CD Tenerife
Al final de la campaña, la ajustada permanencia terminaría quedándose a nada de arrastrar al Tenerife a la Segunda División. En las últimas jornadas, las derrotas del cuadro blanquiazul ante Cádiz y CD Málaga terminarían dejándolo en la cuerda floja, pero fue en los play-off donde se redimieron. 2 y 10 de junio de 1990, partidos de promoción a 1ª, el Deportivo tenía la oportunidad de ascender si conseguía batir a un Tenerife herido. Sin embargo, saltó uno de esos jugadores que menos esperas y al que consideras héroe, Eduardo Ramos. El atacante saltó a la vuelta del partido y anotó el único tanto que se vería en la ronda ante Fernando Iglesias. Final feliz e historia ampliada por casi una década para un Tenerife que ya conoció sufrir unos play-off de ascenso fallidos.
En abril, «no hay goles mil»
Si bien es verdad que el 20 de abril no disputaron ningún encuentro ni nada reseñable, sí que lo hicieron en el fin de semana de este día. El 18 de abril, el cuadro chicharrero se enfrentaba a la Real Sociedad. Boronat y Azkargorta se enfrentaban en los banquillos para buscar una victoria que les de aire fresco, sobre todo para el técnico de los canarios que cosechaban una racha de tres derrotas en cinco partidos. Las victorias ante Castellón y Mallorca dieron alas y motivación para encarar a un Barcelona que les hizo encajar cuatro tantos.
Sin embargo, el choque terminaría con un empate para ambos donde el panameño Rommel, pichichi del equipo en esa temporada, a la par de Quique Estebaranz, con diez goles ambos, junto con Felipe, que estrenaría su casillero personal con el Tete, pondrían el reparto de puntos entre los equipos. Ciertamente, el partido se puso interesante a partir de los últimos diez minutos, con el gol en el 86′ de la Real Sociedad por parte de Mentxaka, dejando un 0-2 que remontaron en cuestión de minutos. De manera anecdótica, debemos fijarnos en el árbitro que impartió justicia en aquel encuentro: José María Enríquez Negreira, personaje público de rigurosa tendencia en las últimas semanas. Pero para anécdota la que quieren volver a tener los aficionados el próximo año, el cual esperan comenzar pronto para trabajar de cara a 2024 y, con esfuerzo y dedicación, puedan soñar de nuevo con un ascenso a Primera División.
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