Levante UD, apuros y penurias

20 de abril del 90… Hola, Levante, ¿Cómo estás? Estamos ya en Segunda División, cerca de la cima, pero con demasiados problemas todavía para estabilizarnos en el fútbol profesional. Incluso nos están catalogando como «equipo ascensor» por los constantes cambios de categoría. Demasiados hándicaps aún como para pelear con los grandes de nuestro país, pero tiempo al tiempo.
En aquel 1990 lo que hizo ya podría catalogarse como algo parecido a un milagro en forma de permanencia en Segunda División con unos recursos excesivamente limitados para brillar en el fútbol profesional. Y es que el equipo había entrado en el impasse de ser uno de los bloques más sólidos de la categoría de bronce pero al mismo tiempo ser demasiado vulnerable cuando se subía al escalafón superior. Así fue como al año siguiente ya no hubo una segunda machada y el Levante tomaba el viaje de regreso a la Segunda División B.
Estabilidad, paso a paso
La viabilidad (y porque no decir también la supervivencia) del Levante en el fútbol profesional, viendo lo que había ocurrido en las anteriores aventuras, pasaba por establecer una estructura y un proyecto sólidos para lograr un ascenso con garantías de ambición. Así fue como los granotas se pusieron manos a la obra, buscando primero la estabilidad fuera del terreno de juego y que fuera ésta la que llevara después los resultados al verde. Una apuesta que suele salir bien y que en el caso de los valencianos no fue la excepción.

Foto oficial de la plantilla del Levante en la 89-90 | Foto: Museo Virtual Levante UD
Tocó, eso sí, picar piedra y trabajar en años de transición. En concreto dos, donde el equipo deambuló por la zona media del Grupo 3 de la Segunda División B. La tercera campaña fue la buena, con el billete para el playoff de ascenso. Pero por si a alguien se le había olvidado, aquella liguilla era más temible si cabe que el resto de la temporada, con seis partidos a vida o muerte y con una única plaza de ascenso. Y ahí el Levante, por desgracia, volvió a atascarse.
Primer intento fallido en aquella misma temporada 1993/94 y un segundo al curso siguiente pese a acumular hasta 13 victorias consecutivas y con un tal Juande Ramos a los mandos del equipo. Había que caer para volver a levantarse y una vez más, el Levante aprendió la lección, firmando su tercer gran curso consecutivo y firmando ante Córdoba, Real Avilés y Racing de Ferrol, su regreso al fútbol profesional.
Peleando en el siguiente nivel
El Levante había alcanzado, tras años de lucha, el ansiado objetivo de volver al fútbol profesional sin ser viaje de corta estancia. Y así lo refrendó en aquella primera temporada, donde Mané alcanzó la cifra mágica de los 50 puntos para acabar en una remarcable novena posición.
Todo parecía encauzado, pero el equipo ascensor ya olvidado volvió a aparecer al año siguiente. Por suerte, la vuelta fue inmediata y aún más reforzada para los intereses granotas porque a partir de ese año 1999, aquel equipo ya no dejaría de pelear por el ascenso hasta llegar al final de este largo camino en 2004, cuando un genio llamado Manolo Preciado escribió su propia historia devolviendo, 41 años después, al Levante a la máxima categoría del fútbol español.
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