Aitor García, el cañón de Gibraléon

A los que seguimos usualmente la Segunda División hay nombres que nos llenan la boca del sabor de la categoría cuando los pronunciamos. Por su solera, por su experiencia o porque somos conscientes de lo bien que encajan en planteles tan competitivos como los de la Segunda División. Uno de esos nombres es el de Aitor García. Pólvora y combustión. Un elemento que siempre está listo para apuntar y disparar. Sea de titular o de suplente, sus ideas sobre el campo son claras y rotundas. Su fútbol no deja dudas ni da pie a equivocaciones.
Aitor García es un atacante que, con mayor o menor participación, siempre suma al colectivo. Tanto en Cádiz como en Gijón lo saben bien. Durante numerosas temporadas lo hemos visto -y lo seguimos viendo- como a un guerrero más de esta batalla que es la Segunda, escribiendo su historia con letras de plata. Buscando el peligro, entregado a la potencia.
A un servidor le corresponde, pues, hablar del protagonista de esa historia. Si todavía no han tenido la ocasión de conocerlo, que esto les valga como carta de presentación a un atacante con mil batallas a sus espaldas y al que todavía le sobran las municiones para seguir en pie de guerra.
Un cañón limpio y contundente
Una de las señas de identidad de Aitor García es su diestra. Un arma que tiene siempre la recámara ocupada cuando salta al campo y que hace disparar y retumbar cuando tiene espacio para ver portería. Si recibe cerca del área, su primera idea probablemente sea la de buscar portería. Confía en su potencia y en su golpeo como pocos en la categoría. Especialmente cuando actúa a pierna cambiada. Así es como más cómodo se siente para poner a prueba a los porteros.
Si en la cercanía tiene esa ambición, en la lejanía tampoco es un futbolista que suela tener dudas. A la hora de armar su diestra, poco importa que sean veinte o treinta los metros si la defensa le permite buscar puerta. Incluso desde campo propio puede ver disparos que casi nadie ve. Lo pudieron comprobar en Can Misses hace ya un par de semanas. Aitor ha dejado goles de esa entidad en la categoría por la osadía y el querer intentar a través de su golpeo. Está claro que su cañón es sinónimo de contundencia.
Potencia y polivalencia
La potencia de Aitor también tiene su representación en sus arrancadas con la pelota. El onubense es un futbolista peligroso a campo abierto, con carrocería para comer terreno a gran velocidad en los contraataques y para generar ventajas con su manera de arrancar en el uno contra uno. Valores que acompañan a su condición de vertical, finalizador y atrevido en el juego. A veces más acertado, otras menos, pero siempre con la intención de hacer daño.

Aitor García celebrando un gol con el Sporting | Foto: Luis Manso
A ello conviene sumarle la polivalencia. Aunque donde más cómodo se siente es en la izquierda, con la posibilidad de buscar el golpeo, está capacitado por perfil y condiciones para actuar y ofrecer diferentes registros en cualquier posición del frente de ataque. Con su motor y su chasis puede ocupar ambas bandas e incluso actuar detrás del punta para poder tener más facilidad para armar disparos desde la frontal. Es un todo en uno.
La mira en nuevos horizontes
En los últimos meses se ha hecho eco de que Aitor García acabará su contrato con el Sporting de Gijón este verano. El cierre de una etapa en la el onubense que dejó goles y buenos momentos pero que con el paso de las temporadas ha ido menguando en participación y peso sobre el campo. Con su trayectoria, sus registros y sus tablas en la división no sería de extrañar que lo veamos enfundado en los colores de algún otro equipo de la Segunda.
Aún así, El Molinón tendrá la ocasión de disfrutar estos próximos meses de los rugidos de su particular pieza de artillería. Acabe donde acabe, sea en Gijón, en Segunda o en nuevos horizontes, lo que está claro es que Aitor García tendrá como himno el chispeo de las ascuas en el cordel que detona las baterías. Como bandera, el humo dejado por la pólvora y la suciedad de la metralla al rebotar la bala. Y como colofón a una jugada de equipo, su cañón. Un cañón de plata. El cañón de Gibraleón.
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