Albacete: una victoria sin necesidad de resultado

No. No siempre una victoria ha de estar representada por el resultado. No necesita el respaldo del marcador. En ocasiones, aunque no en demasiadas, se gana habiendo caído derrotado, por contradictorio que parezca. Y ese es el Albacete Balompié de Rubén Albés. Ese, sin lugar a equívocos, es el mayor de los logros del conjunto manchego en la 22-23. Han ganado y la afirmación es tan categórica como lo es el hecho de que han caído eliminados en la semifinal del playoff de ascenso a Primera División. Esto último, sin embargo, constituye tan sólo una imagen estática. Una de esas que tan criticada es cuando la muestran al colegiado que se acerca a la pantalla del VAR. Una crítica constructiva, consecuente y certera. ¿Por qué? Porque lo verdaderamente importante es la secuencia. Y ahí, sin lugar a dudas, el Albacete ha construido un sentimiento digno de permanecer en las retinas de los aficionados durante años y años.
Porque eso es el fútbol. Al menos el verdadero. Ese que alimenta pasiones y que convierte en inexplicables tantos comportamientos de los aficionados respecto a sus equipos. El fútbol es corazón. Sí, el balón te puede dar la espalda. La suerte, en ocasiones, se puede empeñar en ser esquiva y evitar que se alcancen metas perseguidas, incluso merecidas. Dicen que, en la historia, tan sólo permanecen los vencedores. Pero, ¿acaso no necesitan de los vencidos para construir su leyenda? Reducir el deporte a la victoria o la derrota conduce a una visión excesivamente simplista de un fenómeno de masas como lo es el balompié.
El legado del Alba de Albés
Y el Alba que acaba de decir adiós al ascenso se ha encargado durante toda una temporada de recordarnos aquello que realmente importa en el fútbol. La importancia de emocionar, de ser atrevido, de creer. Porque a través de las emociones se conquistan los corazones y, como ya hemos afirmado, el fútbol es corazón. Albacete, su ciudad, su club y su gente quizá habían olvidado lo que se siente cuando todo converge. Fundamentalmente porque alcanzar ese nivel de conexión requiere el encaje de multitud de piezas en un puzle tan gigante como vacío.
Este Albacete ha sido ‘canalleta’. Bendito adjetivo el elegido por el técnico gallego para definir de manera global a su equipo. Tan solo adquiriendo las virtudes y defectos inherentes a tal concepto era posible construir algo tan ilusionante. Se han superado todas las expectativas, se han reivindicado una ristra de futbolistas que venían de penar en categorías más bajas… El equipo dirigido por Albés ha completado una temporada en la que le han caracterizado la entrega, la ambición, la cercanía, la ilusión, la alegría, una idea atractiva de juego y el convencimiento de que el único camino posible era hacer surgir esa magia, esa conexión con su gente. Una gente que ha terminado completamente entregada a su equipo. Y aún más: ha hecho suya a gente que no lo era. Ha sumado a la causa a una enorme masa de aficionados que ha reconocido y se ha reconocido en ese extraordinario grupo que hacía vibrar a través del fútbol. ¿Hay acaso mayor victoria que esa?
La semilla que marca el camino del Alba
Al final, el acierto en las áreas ha definido el destino competitivo de este Alba. Y ello, claro, no es casualidad. En estos casos suele aparecer el talento para marcar diferencias, sin obviar la dosis de suerte necesaria para que el acierto se manifieste en cuotas tan elevadas. Y eso también es fútbol.
El ascenso nos habría cambiado la vida a todos: a mí, a los futbolistas, al club, a la ciudad…»
Esas eran parte de las declaraciones del técnico gallego en la rueda de prensa posterior al encuentro que les dejaba fuera de la pelea por el ascenso. Y sí. Por supuesto. Pero en cierto modo, el no ascenso también lo hace, porque la vida ya había cambiado para todos ellos. Ya se había construido un modelo desde el que crecer, creer y trabajar en el futuro. Una filosofía, un estilo, una hoja de ruta. Al fin y al cabo, una identidad. Construir desde ella debería ser muchísimo más sencillo que hacerlo teniendo que manejar un navío sin rumbo definido.
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¿Y ahora qué? Ahora toca digerir las emociones vividas y continuar alimentándolas para que florezcan. Trabajar con los pies en el suelo, sin olvidar las raíces, haciendo autocrítica y con una responsabilidad ineludible: continuar transmitiendo el mensaje adecuado. Uno que permita continuar con los pies en el suelo, cuyo punto de partida sea el realismo y que a su vez adolezca de cobardía. Y así, mantener la magia que ha unido a equipo, ciudad y afición. Y la sonrisa, por supuesto, expresión externa de aquello que todo ser humano persigue y anhela: la felicidad.
Y, antes de cerrar estas líneas que han de servir de despedida a una temporada inolvidable, volcaré con las teclas sobre este portal una palabra que nace, como todo lo que ha generado esta temporada el Albacete Balompié, desde el corazón: GRACIAS, ALBACETE BALOMPIÉ. Por todo lo que nos habéis transmitido. Por enseñarnos a valorar lo más preciado del fútbol. Por generar magia, emoción y pasión. Gracias por tanto y gracias por siempre.
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