La temporada 2025-26 del Granada CF se parece cada vez más a una pelea contra el tiempo. Intensidad, empuje, ocasiones… pero resultados que no llegan. Tras la disputa de quince jornadas, los nazaríes figuran como uno de los equipos con peores registros en un dato tan elocuente como doloroso. Apenas 220 minutos en ventaja durante lo que va de campaña. O lo que es lo mismo, el 16,3 % del total de minutos jugados.
Es una estadística que merma y mina la moral. No solo porque refleja que el Granada raramente ha pisado el acelerador con ventaja, sino porque pone en evidencia una fragilidad estructural a la hora de definir partidos. Ese 16 % es un lastre demoledor para el equipo de Pacheta.
Competir sin prosperar: el triste honor de estar vivos sin ganar
Más allá de la alarmante cifra de ventajas, hay otro contraste inquietante. Según esos mismos análisis que traslada Stats Segunda en X, el equipo nazarí ha estado empatando o ganando -es decir, vivo- en cerca del 74,4 % de los minutos disputados.
Ese es el mérito de un grupo que no se rinde. Pelea, aguanta, compite. Pero cuando llega la hora de asestar el golpe -marcar, romper defensas rivales, concretar ocasiones-, el Granada se atasca. Esa resistencia permanente se convierte en frustración, ese empuje en desgaste, ese optimismo en amargura.
Porque no existen los puntos por merecimiento. En esto del fútbol, los puntos se dan por goles y resultados. Y en ese pulso, el Granada pierde. O empata. Una y otra vez.
¿Por qué este agujero pone en peligro el proyecto del Granada?
Que un equipo esté tantas jornadas sin liderar el marcador no es casualidad. Es un claro síntoma de que existen carencias: falta de pegada, plan ofensivo ineficaz, inseguridad en los metros finales. Y estos defectos terminan pagándose caros.
Para el Granada, el problema es doble. Pierde la inercia del triunfo. El optimismo tras un buen partido se diluye ante la imposibilidad de cerrar los encuentros. Y se erosiona la confianza colectiva. Si empatar se convierte en rutina, un remate al palo o un fallo rival ya no generan el efecto esperado: ganar. Esa fragilidad puede ser la losa que hunda cualquier aspiración.
¿Por qué no resuena el esfuerzo?
No todo puede explicarse solo con números, pero sí con análisis. Hay factores que ayudan a entender por qué el Granada no convierte su buen pulso en victorias. La ineficacia ofensiva es uno de ellos. Crear ocasiones no basta si no hay definición, agresividad ni chispa en el área rival. La pobre gestión emocional de los partidos también influye. Y la dependencia de errores ajenos o momentos puntuales, sin capacidad para imponer su juego. Acaban necesitando misericordia del rival, algo cada vez más improbable.

Como si el Granada fuera una nave sin timón, navegando con viento favorable pero sin rumbo claro.
¿Qué necesita el Granada para romper la maldición?
La salvación de Los Cármenes pasa por tres premisas claras que deben elevarse y aumentar:
- Reactivar la ambición ofensiva: más verticalidad, más riesgo, más determinación en el área.
- Mejorar la definición y la toma de decisiones en los últimos metros. Concretar es tan importante como crear.
- Recuperar la mentalidad ganadora: entender que empatar ya no es suficiente, que cada partido exige hambre.
Solo así podrá revertir ese 16 % de minutos en ventaja, transformar empates en victorias y empezar a escalar posiciones con ambición real.
La crueldad de los números en un deporte de ilusiones
En el fútbol, la estadística es una amante despiadada. No tiene compasión. Te desnuda, te retrata, te condena cuando tus debilidades ya no pueden seguir ocultas. Para el Granada CF, esos 220 minutos apenas liderando no son un mero dato. Son un diagnóstico, una advertencia, una sentencia si no hay reacción.
Competir es el primer paso para alcanzar los objetivo, pero no basta. Hay que ganar. Y mientras el Granada siga peleando solo por empatar, el ascenso, los sueños y la ilusión tendrán que esperar. Y el descenso seguirá ahí, como una amenaza silenciosa convertida en opción real.






