Tras maravillar en El Molinón, previo paso por el Cádiz CF y el Rayo Majadahonda en Segunda, Aitor García decidió tomar la que, posiblemente, recuerde para siempre como la decisión más difícil de su vida: salir del país para continuar su carrera profesional. Una primera toma de contacto en tierras mexicanas le hizo ver que había tomado dirección hacia el camino correcto, porque un año después de abandonar Juárez, el extremo onubense va camino de sumar su tercera experiencia en el extranjero.
El Atromitos de Grecia espera en el horizonte. A día de hoy, regresar a España no parece una opción factible para él. Aun así, sus cañonazos a la escuadra aún resuenan con fuerza en cada estadio que pisó, como también lo hacen en los oídos de los seguidores de LaLiga Hypermotion que, algún día, esperan celebrar la vuelta de un jugador con una capacidad especial para enamorar a través de la pelota.
Tradicionalmente, el fútbol siempre ha encontrado complicaciones en el camino para abrirse paso entre una sociedad ordenada en base a estructuras tan rígidas como la que impera en Oriente Medio. Aun así, en los últimos años está empezando a coger carrerilla gracias a zancadas rápidas para ponerse al nivel de Europa. No le respalda la historia. Tampoco la pasión de una afición más acostumbrada a otro tipo de disciplinas. Aunque la presencia de los petrodólares en una zona donde se recogen los frutos de una economía boyante a nivel mundial, ha supuesto el impulso necesario.
Desde hace varios años, Arabia Saudí ha dado forma a una competición plagada de grandes estrellas, entre las que reluce especialmente la del seis veces ganador del Balón de Oro, Cristiano Ronaldo. Un poco más cauteloso está siendo el crecimiento de otras ligas con influencia en la zona, como son las de Emiratos Árabes Unidos o Catar, desde donde Aitor García (Gibraleón, 1994) se encuentra recogiendo sus últimas pertenencias antes de emprender su camino hacia una nueva aventura en el extranjero: Atenas, para firmar por el Atromitos griego.
Un “reto difícil” en Catar que acaba en descenso
De Catar se marcha con una mezcla de sentimientos encontrados al no haber podido llevar al Al-Khor SC- donde fue entrenado por un nombre conocido en nuestro país como Mehdi Nafti- a un buen puerto en la clasificación tras confirmarse el descenso de categoría, pero con una experiencia “gratificante” metida en la maleta y el recuerdo imborrable de una ciudad que le mostró una perspectiva renovada de la vida en el planeta. “Era un reto difícil, porque es un equipo que estaba en descenso.
Al final, no se dio la permanencia, pero son experiencias que te sirven para madurar, para conocer otras vivencias, entender cómo se vive el fútbol aquí, que es totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados”, expresa Aitor García.

Asimismo, la forma en la que viven las personas en Oriente Medio también es radicalmente distinta a la manera en la que lo hacen sus vecinos en la localidad onubense de su Gibraleón natal, a más de 7.000 kilómetros de distancia sobre el mapa. “Aquí hay muchos jugadores que son cataríes. Tienen su trabajo, y entrenan por la tarde. Es un choque, también de culturas. Catar es un país musulmán. La verdad es que la experiencia ha sido gratificante. En la ciudad se vive muy bien. Lo tienes todo al alcance de la mano”, añade el futbolista onubense.
Juárez: tumbar los estereotipos de una ciudad que todavía le añora
Dicen que viajar propone una invitación al crecimiento personal. Una experiencia irrepetible que nos permite adentrarnos en nuevas culturas, saborear otras gastronomías, contemplar el arte en sus múltiples formas y, ante todo, absorber conocimiento. “Cuando uno sale de España, las experiencias que va ganando es lo que te queda. Te enrique a ti y también a tu familia”, asegura Aitor García.
La primera vez que decidió probar fortuna lejos de España fue para tomar un vuelo en dirección a Juárez. Una ciudad ubicada en la zona noroeste de México, prácticamente en la frontera con Estados Unidos, a la que popularmente se le han vinculado siempre ideas como la criminalidad, el conflicto o la inseguridad. “No tiene nada que ver con la realidad”, desmiente Aitor García.
“Vives allí y te das cuenta de que es una ciudad súper tranquila. Si te metes donde no te llaman te puede pasar algo desagradable, pero como en cualquier lugar del mundo. En un año y medio que estuvimos allí, mi familia y yo nunca hemos visto nada fuera de lo normal, y estuvimos muy bien”.
Una situación que, antes de aterrizar en México, le pudo aclarar por adelantado Alejandro Arribas, ex del Real Oviedo, con quien no coincidió en el equipo “pero antes de ir allí contacté con él”. Con Marcos Mauro, compañero en el Cádiz CF, sí coincidió por el contrario. También con Diego Mejía, el entrenador del FC Juárez en aquel entonces que ahora se encuentra al frente del Atlético Ottawa canadiense.
El técnico mexicano fue, sin duda, su principal aval en esta nueva aventura al otro lado del Atlántico. “Fue terminar la Segunda División y a la semana contactó conmigo”, recuerda Aitor. “Me llamaba que el entrenador me quisiera de verdad, y me dijera que iba a ser alguien importante, que estuviera llamándome y que el cuerpo técnico, encima, fuera español”.

Antes de estampar la firma con su nuevo club, eso sí, recibió la llamada de Cruz Azul, un histórico del fútbol mexicano, aunque la decisión estaba tomada. “A mi lo que me llamaba la atención de Juárez era que era un proyecto ilusionante. No tiene tanta historia. Nunca había sido campeón. Además, me gustaba porque iba a ser alguien importante. En Cruz Azul, siendo realistas, también es verdad que había mucha competencia”. Tumbó, por tanto, una oferta respaldada por un atractivo importante para decantarse por otra quizás más limitada en lo deportivo.
No obstante, la adaptación fue inmediata. La esencia de Aitor García como jugador conectó de inmediato con la afición. Y el tiempo terminó dándole la razón.
“En Juárez la gente me quería mucho”
,afirma el extremo onubense. “Estuve muy bien. Fue un año y medio en el que metí 12 o 13 goles. Tuve la suerte de caer con el pie derecho. Con lo que no estaba contenta la gente fue con mi salida, pero cuando se fue Diego Mejía, que fue el entrenador que me llevó, no tuve tanto protagonismo como tuve el primer año”, lamenta.
Un debut soñado en la Condomina para “el niño más feliz del mundo”
El mexicano fue, sin duda, un entrenador que le ayudó en su carrera deportiva. Aunque, posiblemente, el entrenador que más le ha podido marcar como futbolista fuese otro diferente: Álvaro Cervera. Apenas tenía 17 años, cuando el técnico de Malabo le hizo debutar en partido oficial con el equipo de su tierra, el RC Recreativo de Huelva.
“Un día me llamó el primer equipo. A partir de ahí ya no bajé. A Cervera le entré por el ojo, y fui convocado a Murcia”, recuerda Aitor García. “En la Condomina tuve la suerte de que el equipo fuera ganando 0-2 y de que el míster me diera la oportunidad de debutar. Y la mayor fortuna fue poder meter ese tercer gol”.

Un debut soñado para “el niño más feliz del mundo”, dice Aitor García. Sobre aquel día tan especial, lo recuerda con total nitidez. “Me acuerdo que fue toda mi familia: mis abuelos, mis padres…”, añade. También el gol.
“El más importante de mi vida”
, afirma sin pensárselo demasiado pese a que cuenta con un excelente repertorio construido a lo largo de toda una carrera apuntando a la escuadra. Éste, a diferencia de los demás, fue raso. Justo donde debía ir. “Yo solo le pegué y que fuera lo que Dios quiera”, expresa Aitor con inocencia.
Ironías de la vida, donde el destino también se hace un hueco. Alberto Cifuentes, el portero al que se enfrentó en aquel partido, coincidiría con él años después en el vestuario del Cádiz CF. “Lo hemos hablado mil veces”, comenta Aitor entre risas. “Me decía ‘niñato’. La verdad es que Alberto es un tío espectacular. Espero que le vaya muy bien en Melilla”.
Una espinita clavada en el ‘Recre’
Aquel debut fue la carta de presentación más soñada por un jugador que pedía irrumpir con fuerza por las puertas del primer equipo. Una de las perlas más relucientes de una cantera onubense, en la que nombres como Juan Villar, Fidel, Antonio Domínguez, Naranjo, Caye Quintana o Bonaque formaron una de las generaciones doradas del juvenil del ‘Recre’. Sin embargo, el presidente del club, Pablo Comas, decidió apostar por la experiencia, desechando de esta forma un talento incipiente que aspiraba a formar la columna vertebral del futuro en la entidad albiazul. “La situación es complicada”, señala Aitor García.
“Desaparecemos todos del mapa. No cuenta prácticamente con ningún canterano”.
Con las puertas cerradas, Aitor García decidió probar fortuna en otra de las canteras más prolíficas del fútbol español en forma de cesión: el RC Celta de Vigo. Allí destacó. Dos temporadas en las que rindió a las mil maravillas. Pero esa experiencia tan solo le sirvió para entender que su etapa en el Nuevo Colombino podía entenderse como un ciclo acabado.
“El Celta hace una oferta para comprarme haciéndome un buen contrato, y el Recre me dice que no puedo ir. Al mes, me dicen que no cuentan conmigo”, explica Aitor García en lo que recuerda como un “momento difícil en lo personal”. Aun así, asegura que “estas cosas te dan cierta madurez. Te ayudan en otras facetas del fútbol a ver la realidad. Me dolió bastante, porque siendo mi club fue un choque”.

Aitor García afirma que, a día de hoy, no guarda ningún tipo de rencor al RC Recreativo pese a la forma en la que se gestó su salida del club. De hecho, “he estado de vacaciones en Huelva, y tengo muy buena relación con el club”, expresa. “He estado entrenando todas las tardes en la ciudad deportiva del ‘Recre’. Iba con Manu Molina, que ha firmado ahora con el Eldense”. Aun así, no niega que le “queda esa espinita de no haber sido importante en el ‘Recre’”
A un paso de hacer historia en el Almería B
Nadie es profeta en su tierra, se suele decir. Por eso, tras una breve estancia en el CD Toledo de Segunda División B donde la vida le volvió a sonreír, se marchó a mitad de temporada a la UD Almería B. “Era un equipazo”, asegura Aitor García, “con jugadores que ahora mismo están en el fútbol profesional”.
Allí, coincidió con nombres de la talla de Iván Sánchez, Antonio Puertas, José Ángel Jurado o Joaquín Fernández, entre otros. Un equipo rebosante de talento que se quedó a tan solo un paso de hacer historia, con un ascenso al fútbol profesional. Tanto es así, que hizo sus deberes. Luchó cada partido. Escaló cada peldaño. Hizo todo lo que estuvo en sus manos para lograr la hazaña, pero no dependía de sí mismo.
Aunque disputó cada encuentro con los cinco sentidos puestos, miró siempre de reojo a la andadura del primer equipo de la UD Almería en Primera División. Pese a celebrar la clasificación para el play-off de ascenso como tercer clasificado, presenció el hundimiento paulatino del cuadro de Sergi Barjuán hasta que se consumó su descenso.
“Tuvimos la mala suerte ese año de que el primer equipo descendió”
,recuerda Aitor García. “Al final, no podíamos hacer nada. Era complicado porque el equipo no podía subir. Venía en una progresión importante con ilusión, pero sabíamos que no dependíamos de nosotros”, añade. “A nosotros lo que nos quedaba era dar buena imagen, porque el equipo había bajado y había muchos jugadores que podían subir al primer equipo. Eso era lo que te daba moral, pero a la vez no intentabas pensar en eso”.
Al final, a través de un aliciente u otro, el Almería B afrontó la primera eliminatoria ante el CD Guadalajara con la moral elevada. No la suficiente, eso sí. Terminó despidiéndose del camino hacia Segunda División tras empatar por 2-2 en la ida, así como por 1-1 en la vuelta. Le condenó el valor de los goles doble fuera de casa. “En aquel momento, el Guadalajara tenía muy buen equipo. Ahora también lo tiene”, reconoce Aitor García. “El equipo, pese a todo, compitió de lujo. Después bajó la gente del club y nos felicitaron, porque era complicado”.
Muchos de los futbolistas de aquel brillante filial, obtuvieron el premio más merecido: el de la subida al primer equipo. Así fue como celebraron su particular ascenso los mencionados Iván Sánchez, José Ángel Jurado, Antonio Puertas, además de otros tantos como Michel Zabaco, Antonio Marín o Ramon Azeez. Aunque no fue el caso de Aitor García que, en su caso, tomó una dirección diferente. La que le llevó a firmar por la AD Mérida de Segunda División B. Quizás, le pudo penalizar una incorporación algo tardía. “El equipo estaba prácticamente hecho”, comenta el extremo onubense.
Como futbolista del cuadro extremeño, se le presentó una oportunidad ideal para demostrar su valía partiendo desde la casilla de salida, como todos los demás. Y, allí, la rompió. Convenció al Mérida, que no dudó en presentarle una propuesta de renovación, pero Aitor García tenía otros planes que sopesar. Una propuesta del Cádiz CF, con el que se enfrentó en aquella temporada 2015-16. “Nos llama Juan Carlos Cordero, en aquel momento su director deportivo, para hacernos esta propuesta”, explica.
El de Gibraleón marcó dos golazos contra los amarillos ese año en Segunda División B. Uno en el Estadio Romano. Otro en el Ramón de Carranza. Ambos debieron de quedar grabados en la retina de los amarillos, que le ofrecieron acompañarle en su histórica vuelta al fútbol profesional. Una oportunidad que tardó un poco más en llegar. Solo era cuestión de tiempo. “Cervera era el entrenador”, añade Aitor García. El mismo entrenador que le hizo debutar en el Recreativo de Huelva. Era el guión de una historia perfecta.
Sin ascenso en Cádiz, pero con el recuerdo de un golazo grabado en la retina
El comienzo, una vez más, no fue fácil para Aitor García. “El primer año tenía dorsal del filial”, dice. “No cobraba una barbaridad, pero a mí me daba exactamente igual. Lo que quería era abrirme las puertas del fútbol profesional. Y por suerte se dio muy bien”. Tuvo que enfrentarse a una competencia feroz por hacerse con un hueco en la titularidad, ante el inmenso nivel demostrado tanto por Álvaro García como por Salvi Sánchez por las bandas del Estadio Ramón de Carranza, pero supo aprovechar las oportunidades de las que dispuso.

Y marcar algún gol que todavía se recuerda como uno de los más espectaculares jamás vistos por la Tacita de Plata. El que anotó ante el Alcorcón con un potente disparo desde fuera del área tras zafarse de un par de contrarios con suma habilidad, incluso le valió el ‘Trofeo Mojama’, que le entregó la Peña Cadista de Barbate como autor del mejor gol de la temporada. El premio más atractivo, sin embargo, estuvo a punto de llegar cuando, en su primera temporada como cadista, obtuvo la clasificación para el play-off de ascenso a Primera División.

Un sueño hecho realidad para un equipo que se frotaba los ojos como signo de incredulidad, con el recuerdo de seis largos años en el barro de Segunda División B todavía muy reciente en la memoria. Al final, eso sí, el equipo andaluz fue apartado del camino por el CD Tenerife en una eliminación un tanto controvertida. “El gol que mete Sankharé nos lo anulan porque, según el árbitro, había empujado al rival cuando el que lo empujó realmente fue su propio compañero”, asegura Aitor García. “Y el gol que nos meten también fue dudoso”, añade.
“Estoy segurísimo de que con VAR nosotros hubiéramos subido a Primera División”.
Local en el Wanda sin haber vestido nunca del Atleti
Sin demasiadas oportunidades en el Cádiz CF, Aitor García decidió aceptar una propuesta de cesión al Rayo Majadahonda para formar parte de su primer año histórico en el fútbol profesional. Un equipo sustentado en una base sólida de cantera que, en los últimos años, ha dado como frutos futbolistas de renombre en la élite profesional tales como Marcos Llorente y Lucas Hernandez, además de su hermano Theo. No obstante, hasta aquella temporada, nunca había emprendido un camino en lo más alto como equipo.

Acostumbrado a divisiones más modestas, este humilde equipo madrileño estuvo condicionado por todo tipo de limitaciones. Unas de las más evidentes, su estadio. Ante la imposibilidad de disputar sus partidos en el Cerro del Espino por no cumplir los requisitos mínimos establecidos por la competición, se trasladó como local a la casa del Atlético de Madrid. Al coloso Wanda Metropolitano. Una limitación frustrante pasó a convertirse, de esta manera, en una inolvidable oportunidad.
“Fue una experiencia única, porque al final éramos el equipo con el presupuesto más bajo de la liga y teníamos las mejores instalaciones”
,explica Aitor García.
La imagen, eso sí, era de lo más curiosa en cada partido. “Eran entre unas 5.000 y 6.000 personas. Solo se abría la parte del fondo, pero se llenaba”. Una afición más pequeña, pero realmente leal a sus colores. “Allí el Real Madrid y el Atlético de Madrid son los que se llevan las papeletas. El Rayo, como todos los demás, pelean contra esos grandes. Y su gente es súper fiel”.

La masa social, después de todo, le distanciaba a años luz del resto de equipos de la categoría. También la historia, o el presupuesto, pero, pese a todo, el Rayo Majadahonda luchó por la permanencia hasta el final. “En muchos momentos teníamos la posesión en los partidos”, comenta Aitor García. “Si que es verdad que éramos un equipo prácticamente nuevo. Entonces es complicado encajar todas esas piezas, pero en muchos momentos de la temporada la gente hablaba muy bien de nosotros”.
Tanto fue así que, de hecho, se quedó a tan solo dos puntos de una salvación que, al final, no se dio. Aitor García, en cualquier caso, esquivó ese descenso. Meses antes, en el mercado de invierno, se había despedido del club en el que asegura que fue “muy feliz” para sumarse a un equipo en busca de retos algo más ambiciosos como era el caso del Real Sporting de Gijón.
Un mito en El Molinón
La misión no era otra que devolver a un histórico de nuestro fútbol a Primera División. O, al menos, pelear por situarlo en la parte alta de la tabla; desbloquear ese logro que tanto se le resistió en el Cádiz. Aun así, lo más cerca que se quedó de conseguirlo fue en la temporada 2020-21- la tercera de su etapa en tierras asturianas-, a las órdenes de David Gallego como entrenador en el banquillo de El Molinón.
“Jugamos el último partido contra el Almería y perdimos 1-2. Ellos no se jugaban nada, y no pudimos meternos en play-off”
,lamenta.
Al final terminó conformándose con un séptimo puesto, que terminaría recordando para siempre como su mejor año en el Real Sporting de Gijón, aunque Aitor García también extrae conclusiones positivas del resto de su etapa como jugador rojiblanco, más allá de lo puramente deportivo donde, curiosamente, sus dos últimos años estuvieron marcados por apuros reales en los que el equipo sufrió para amarrar la permanencia.
“Siempre destaco que en Gijón el fútbol se vive mucho”
,afirma. “Fueron cuatro años y medio en los que de verdad me encontré como futbolista y persona. Maduré en todos los sentidos. Fui padre, y allí tengo muchas amistades. Sin duda, Gijón ha sido el sitio más importante donde he estado. Estoy muy agradecido”. Asimismo, a pesar de que durante las temporadas 2021-22 y 2022-23 el equipo estuvo a punto de rozar el desastre en forma del que hubiera sido un catastrófico descenso, su último recuerdo con la camiseta del Real Sporting fue realmente bueno: un golazo espectacular ante el Eibar desde campo propio.“Ese fue mi último gol con el Sporting”, recuerda.

Ante la imposibilidad de saber si volverá al fútbol español en un futuro cercano, Aitor García se reconforta con pensar, al menos, que se marchó con buen sabor de boca.
“Me quedo con el recuerdo que pueda tener la gente de mí. De haber sido buen tío y nunca tener un enfrentamiento con nadie, de que la gente me vea y me recuerde por esos goles”
,expresa.
Los años podrán pasar, pero esos goles quedarán por siempre inmortalizados en la memoria. De los aficionados del Cádiz CF, del Rayo Majadahonda, del Real Sporting y de todos los seguidores de una categoría que, si se puede definir como un museo, es porque contiene piezas de inmenso valor. Muchas de ellas, aportadas por un Aitor García que sigue levantando a espectadores de sus asientos a base de golazos imposibles que son historia de Segunda División.