Hay despedidas que no son definitivas. Jugadores que, aunque cambien de camiseta, dejan algo suspendido en el aire, como una promesa sin fecha. Pablo Sáenz es uno de ellos en Albacete. Su paso por el club manchego la pasada temporada no fue un simple préstamo más: fue una historia de conexión inmediata, de fútbol reconocible y de una grada que encontró en él un motivo para levantarse del asiento.
Ahora, ya de vuelta en el Granada, su nombre vuelve a resonar con fuerza. No como rumor frío de mercado, sino como susurro emocional. Porque el Carlos Belmonte no olvida fácilmente a quienes entendieron su latido.
Un paso que dejó huella en el césped y en la grada
Durante la temporada pasada, Pablo Sáenz se convirtió en una de las piezas más reconocibles del Albacete Balompié. Su perfil encajó como anillo al dedo en un equipo que necesitaba desborde, verticalidad y valentía en los metros finales. No fue solo una cuestión de números, sino de sensaciones: encarar, insistir, asumir riesgos cuando el partido se volvía espeso.
Desde el cuerpo técnico hasta la afición, su impacto fue evidente. El extremo aportó profundidad y desequilibrio en un contexto donde cada duelo en LaLiga Hypermotion se convierte en una batalla de resistencia mental y física. Sáenz entendió rápido el idioma de la categoría: competir sin esconderse.
El presente en Granada y el guiño al pasado
Tras finalizar su etapa en Albacete, Pablo Sáenz regresó al Granada, club con el que mantiene contrato. Sin embargo, lejos de cerrar puertas, el propio jugador se ha dejado querer públicamente. Gestos, palabras medidas, silencios elocuentes. El hecho de retirar de sus redes sociales todas las fotos en las que viste con los colores del Granada. El tipo de señales que no comprometen, pero tampoco enfrían.
En el fútbol moderno, donde todo se analiza y nada es casual, esos guiños tienen peso. Y más cuando al otro lado hay una afición que sigue pronunciando su nombre con una sonrisa nostálgica.
Alberto González y una frase que lo cambia todo
En la previa de la Jornada 19 de LaLiga Hypermotion, el técnico del Albacete, Alberto González, dejó una frase que ha encendido la imaginación colectiva: “Quién sabe lo que puede pasar en el futuro”. No confirmó nada, pero tampoco cerró la puerta. Y en un contexto de mercado, eso es mucho decir.

Las palabras del entrenador no solo alimentan la ilusión; también reflejan una realidad: el Albacete no pierde de vista perfiles que ya han funcionado y que conocen el ecosistema del club. Volver a Pablo Sáenz no sería empezar de cero, sino retomar una historia conocida.
Contexto deportivo y sentido estratégico
Más allá del componente emocional, el posible regreso de Pablo Sáenz tendría lógica deportiva. El Albacete sigue necesitando jugadores capaces de romper partidos desde fuera hacia dentro, de generar ventajas en banda y de sostener el ritmo competitivo de la categoría. Sáenz ya ha demostrado que puede hacerlo en este escenario.
Además, su conocimiento del vestuario, del cuerpo técnico y del entorno reduciría el periodo de adaptación, algo clave en una liga donde cada punto pesa como plomo.
El reloj que avanza, la ilusión que no se apaga
No hay nada cerrado, ni fechas marcadas en rojo. Pero el reloj ya ha empezado su cuenta atrás. Cada jornada que pasa, cada palabra medida, cada recuerdo compartido en la grada refuerza una sensación: la historia entre Pablo Sáenz y el Albacete no está terminada.
El fútbol vive de certezas en el marcador, pero de sueños fuera de él. Y en Albacete, el sueño de volver a ver a Pablo Sáenz defendiendo la camiseta manchega sigue muy vivo. Porque hay regresos que no se anuncian. Se sienten.








