El fútbol a veces escribe historias que duelen más que una derrota. En Las Palmas, cuando todo parecía encaminado hacia un emotivo regreso, los vientos del vestuario han girado en otra dirección. Jonathan Viera, el eterno referente, el ídolo que tantas veces rescató con su magia al conjunto amarillo, no vestirá —al menos por ahora— de nuevo la camiseta de su vida.
Las palabras del presidente Miguel Ángel Ramírez habían avivado la ilusión. Se hablaba de un acuerdo cercano. De sentimientos por encima de cualquier otra consideración. Pero en el fútbol moderno, la emoción a veces tropieza con el pragmatismo. Y en este caso, Luis García Plaza ha sido claro: Viera no entra en su esquema.
La idea del técnico de Las Palmas frena el regreso
No se trata de una cuestión de talento, ni de historia. La decisión, aseguran desde dentro, responde puramente a lo táctico. El actual entrenador de Las Palmas busca un tipo de futbolista distinto para su proyecto. Uno que se adapte a una intensidad determinada. A un perfil físico y defensivo que, según su visión, Jonathan Viera no encarna en esta etapa de su carrera.
Es un giro inesperado. Porque pocos futbolistas encajan mejor en el relato emocional de un club como él. Con el simple motivo de que su sola presencia genera esperanza. Porque para buena parte de la afición, Jonathan es Las Palmas. Pero esta vez, la dirección deportiva ha priorizado el rumbo del nuevo técnico. Aun sabiendo el coste sentimental de la renuncia.
Una despedida sin aplausos
No habrá presentación en el Gran Canaria, ni abrazos con aroma a regreso. El hijo pródigo no volverá a casa. Y eso duele. Duele a quienes crecieron viéndolo bailar entre defensas. A quienes soñaban con una última temporada mágica, de esas que quedan grabadas en la memoria colectiva.
Las decisiones de club pesan. Y aunque se tomen con lógica deportiva, a veces chocan con la emoción más pura del hincha. Las Palmas tendrá que rehacer su relato sin el último capítulo. El epílogo de una historia que parecía destinada a cerrarse con aplausos.
