Un descenso es un mal amigo. Te acompaña siempre en tu momento más álgido. En una noche loca de sábado entre copas, por ejemplo, por situar un contexto determinado. Te propone un brindis entre tantas copas que has perdido la cuenta hace rato. Brindáis por vosotros. Por la felicidad del momento y por una amistad tan frágil, pasajera como la que más.
Porque lo que verdaderamente esconde esa sonrisa cómplice es un interés llevado por el oportunismo. Una que sale a la luz de manera abrupta, con el final de la fiesta coincidiendo con la llegada del amanecer. La sensación de euforia cae entonces en picado, dejando a la visibilidad de la evidencia algo que, sumido en la ilusión, no fuiste capaz de ver.
En el caso del descenso, ese desenlace fatal se conoce desde el principio. Sabes que la única razón por la que las gradas se llenaron y los jugadores de primer nivel estamparon su firma en el contrato acompañado de un firme apretón de manos, fue el simple hecho de que celebrabas entonces el éxito de Primera División. Una vez se confirma el descenso, todo cambia. Se colocan límites más rígidos a una economía de por sí limitada.
Los cánticos en los estadios callan para dar lugar al silencio. Y las estrellas del equipo escabullen despavoridas como ratas de un buque en hundimiento. En busca de tierra firme. Aunque no es razón de reproche. El futbolista tiene que mirar por sus intereses, como haría cualquier trabajador. Lo harías tú que estás leyendo. Y también lo haría yo, que estaría actuando en contra de mi propia apreciación. Lo haría cualquiera… menos Víctor Chust. Y unos pocos enamorados que siempre siguen al corazón.
Una salida cantada que acaba en sorpresa
El central valenciano fue uno de las primeras despedidas anunciadas que tenía asimiladas el Cádiz CF en el momento en el que materializó el catastrófico descenso ante la UD Las Palmas. El incuestionable talento de un futbolista de primer nivel, con muchos metros todavía por encima hasta alcanzar el techo de su máximo potencial, hacía de Chust un pez demasiado fácil de capturar en un caladero accesible para los grandes buques de Primera División.
Un futbolista con experiencia. Una garantía de rendimiento. Una pieza codiciada en el mercado que reunía las condiciones aptas para atravesar la puerta de salida. Tan solo parecía una cuestión de tiempo. La única duda residía en el nombre del destino donde decidiría continuar su camino. Valencia CF y Rayo Vallecano fueron los primeros interesados.
Una unión especial
Mayor ahínco especialmente le pusieron al asunto los vallecanos. Pero en el momento en el que cualquier futbolista se movería por inercia para firmar su contrato, a Chust le asaltó una última duda. Una duda nacida de su relación con un equipo del que siempre conservan un buen recuerdo todos los que se calzan las botas en su estadio.
“Pienso que ha sido una cosa de Dios. Ha sido algo divino para mí”, expresó una vez en una entrevista, Mágico González. “Sigo queriendo, disfrutando, anhelando y hasta me siento orgulloso de haber podido estar en el Cádiz (…) La manera de ser del gaditano es especial para mí. Ahí está la unión que ha habido conmigo”.
Chust, motivos para quedarse
El poder de esa misma unión, precisamente, es la que ha pesado más en una balanza donde en el otro lado se encontraba la posibilidad de poder seguir al máximo nivel competitivo. En Primera División. Es la que ha hecho a Víctor Chust firmar su renovación hasta 2028.
expresó al tiempo que lanzó una de las noticias más ilusionantes del verano para la afición. Aun así, el éxtasis producido por la renovación de Víctor Chust no servirá para ocultar la necesidad de acudir al mercado por parte de un equipo que no ha agitado demasiado la coctelera este verano. Porque es precisamente la posición de central una de las más necesitadas de auxilio procedente del exterior.
Luis Hernández continúa atravesando un calvario de lesiones. Mientras, Fali no parece estar en un momento ni mucho menos óptimo de forma. Tampoco Glauder, que llegó para ocupar un rol más secundario, parece la solución definitiva. Por ello, con tantas dudas sembradas ante el inminente inicio de la competición en esa parcela del campo, el Cádiz debe dar un nuevo golpe de autoridad para lanzar, de paso, un contundente mensaje a los demás. Un mensaje de que va con todo hacia el regreso a Primera División. Víctor Chust solo debe ser el primer pilar de una escalera con destino a la cima. El primero de los muchos aún por llegar.