Pellicer y el cambio del triunfo a la tormenta

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Hay noches en las que un equipo no pierde por fútbol, sino por miedo. El Málaga CF de Pellicer, que acariciaba un triunfo de prestigio en Castalia, terminó aprendiendo a golpe de realidad esa vieja lección del fútbol que reza que quien se encierra sin convicción acaba empujando la puerta al rival para ser derribado. Vencía 0-1, tenía el partido bajo control y transmitía la serenidad del que sabe sufrir. Hasta que una decisión lo cambió todo. Sergio Pellicer retiró a Dani Lorenzo, uno de los futbolistas que mejor estaba interpretando el duelo, para dar entrada a Einar Galilea y formar una defensa de cinco. El movimiento, pensado para blindar el resultado, abrió grietas donde antes había equilibrio.

Lo que vino después fue una tormenta inimaginable. Dos goles encajados en el descuento. Un varapalo emocional y una derrota que pesa más que tres puntos. Porque no solo se perdió el partido. Se perdió credibilidad. Especialmente Pellicer.

El plan que funcionaba… hasta que dejó de hacerlo

El Málaga había entendido lo que pedía el choque. Intensidad, concentración y personalidad en la circulación. El gol visitante reforzó el plan. Orden defensivo, solidaridad en las ayudas y claridad para salir con criterio. Dani Lorenzo fue clave en esa armonía. Su capacidad para pausar, temporizar, esconder el balón y elegir bien cada entrega había frenado al Castellón durante más de una hora.

El partido exigía cabeza fría, no refugio excesivo. Sin embargo, el cambio de Pellicer en el tramo final del tiempo reglamentario mandó un mensaje al equipo y al rival. “Estamos más preocupados de defendernos que de seguir compitiendo”. Y en LaLiga Hypermotion, esa fragilidad emocional se huele como la sangre en el agua.

Hasta el minuto 85 el Málaga había permitido solo dos remates entre palos. Y ganaba un elevado porcentaje de los duelos en campo propio. Tras el cambio realizado por Pellicer, el equipo dio un paso atrás. Perdió el balón definitivamente, acumuló rechaces en su área y dejó de estirar al rival. En cinco minutos fatales, el Castellón generó tres remates claros, dos de ellos acabaron en gol.

Pellicer, señalado: ¿pragmatismo o exceso de miedo?

Los banquillos muchas veces se juzgan por decisiones concretas. Y esta quedará marcada. La intención de Pellicer era lógica desde el pragmatismo. Asegurar un resultado fuera de casa ante un rival directo. Pero el cómo importa tanto como el qué. Y el Málaga interpretó la modificación como una renuncia al balón, a la iniciativa y al propio partido.

El Málaga CF terminó lamentando el exceso de protección de Pellicer

Galilea es un defensa fiable, pero su entrada exigía que el equipo supiera sufrir replegado y ordenado. El problema, seguramente, no fue la línea de cinco en sí. Sino la falta de convicción con la que se ejecutó. El conjunto blanquiazul se encogió, dejó de morder y se convirtió en espectador de su propia caída.

Este final resembla episodios anteriores en los que el Málaga ha perdido puntos por falta de personalidad en los instantes decisivos. Demasiado castigo en un fútbol que no perdona a quien teme ganar.

Golpe a la tabla… y al alma

La derrota no solo duele por el marcador. Llega en un momento donde el Málaga buscaba crecer en confianza, construir un relato de solidez y enviar un mensaje de madurez. En cambio, deja un poso de duda que cala más profundo. ¿Confía este equipo en sí mismo? ¿Cree en su plan?

El Castellón, con fe inquebrantable y una hinchada empujando, hizo lo que dicta la mentalidad de ganador. Atacar hasta el último suspiro. El Málaga, en cambio, quiso proteger el botín bajando la persiana… Y terminó encerrándose a sí mismo con los fantasmas que venía intentando olvidar.

Una lección para lo que viene

A veces, perder así es necesario para crecer. Esta derrota puede convertirse en un punto de ruptura o en un punto de inflexión. Pellicer deberá reconstruir confianza y convencer al vestuario de que proteger un resultado no significa renunciar a competirlo. La categoría no regala nada y castiga a quien duda: hay que mirar de frente para sobrevivir.

En Castalia, el Málaga aprendió que cerrar puertas sin llave no evita que el viento las derrumbe. El fútbol premia a los valientes, no a los que se esconden. Y quizá, en ese doloroso final, se encuentre la chispa que recuerde a este equipo que defender es un acto de carácter… Y no de miedo.

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