Ver una película de la que ya conoces el final tiene poco sentido. Como tampoco lo tiene, para muchos- de forma totalmente comprensible- el fútbol actual. Año tras año, temporada tras temporada, se repite la misma historia de sobra conocida. La de ese poderosísimo soberano que siempre alza el puño en forma de victoria ante la desesperación del resto, a los que hunde bajo sus pies de un mazazo como si fuese el clásico juego de los topos. Arrollándole a base de victorias. Marcando un ritmo demasiado intenso que nadie es capaz de seguir. Dos piernas no dan para hacer milagros. Garitano lo buscará en Cádiz.
Menos para adelantar por la derecha a unos auténticos bólidos de carreras, tuneados a base de billetes para aumentar sus capacidades sobre el campo. Equipos de otra dimensión que viven una realidad muy diferente al resto. Esos, que pelean desde ese lugar más humilde que parece que le corresponde, tan solo pueden soñar con ser ellos mismos los que se sienten en ese trono de campeón. Una temporada, sólo eso. Al menos para ver cómo se siente. Aunque después todo se desmorone de nuevo todo.
El Eibar que inspiró a muchos
Eso es precisamente lo que le sucedió una vez a la SD Eibar, un equipo que acostumbra ahora a sumar decepciones por temporadas. A escalar infinitos peldaños hacia arriba, tan solo para después derrumbarse cuando se encuentra a las puertas del cielo. Aquella temporada, pudo abrirlas de par en par, para clavar la bandera de los humildes en Primera División. Para escurrirse entre los dedos de un destino que le ordenó con severidad a mantenerse en ese espacio que le pertenecía de ‘mantener la categoría’ solo por tratarse de un recién ascendido, y correr como el viento hasta proclamarse campeón. Ese Eibar inspiró a muchos.
El efecto que produjo su hito impresionante, insufló una bocanada gigantesca de oxígeno a ese corazón que late cada vez a una velocidad más agónica como es la pasión por el fútbol en todo el mundo. También en Cádiz donde, a miles de kilómetros, resonó la noticia del héroe armero. Allí, como en cualquier rincón del país, todo aficionado de corazón celebró la noticia saltando de alegría. Después de todo, eso es lo que tienen esas historias de finales inesperados.
Esos pulsos sobre la mesa, en los que el brazo del modesto consigue tumbar al más musculado. Esos relatos triunfales de David sobre Goliat que parecen extraídos del imaginario más que de la propia realidad: que consiguen unirnos a todos en un mismo sentimiento.
Comienza una nueva era
A los de Cádiz, en este caso celebrando el éxito armero, aunque también ha ocurrido a la inversa. Al menos, eso es lo que comentó el propio artífice de aquel ascenso del Eibar, campeón de Segunda División, en la temporada 2013-14, Gaizka Garitano, que recordó con ilusión al mítico Cádiz CF de Mágico González que maravilló a todos, en el día de su presentación como nuevo técnico cadista. Sus palabras dedicadas hacia el conjunto amarillo reforzaron un sentimiento mutuo.
Una admiración compartida entre unos y otros, que sobresalen muy por encima de sus diferencias que, realmente, tampoco son tantas. ¿Acaso lo es una simple letra? Gaizka ‘Gaditano’ ya es uno más en la Tacita de Plata y, ahora que ha decidido asumir el reto, comienza una nueva era.